Marisa Gallén

Diseño para la vida

23/01/2020 · Por Rafa Cervera
Segunda mujer Premio Nacional de Diseño
La diseñadora gráfica Marisa Gallén, de Gallén + Ibáñez, es la segunda mujer en alzarse con el Premio Nacional de Diseño. © Cortesía de la artista

A finales de 2019, Marisa Gallén recibía el Premio Nacional de Diseño. Un reconocimiento que pone de relieve una larga trayectoria dedicada a esta disciplina artística de la que tanto se habla pero tan poco se sabe.

Su obsesión por crear lleva a Marisa Gallén (Castellón, 1958) a definirse a sí misma como “diseñadora las 24 horas del día”. El Premio Nacional de Diseño llegó tan solo unas semanas después de que Valencia fuese nombrada Capital Mundial del Diseño 2022, una iniciativa promovida por la asociación que ella misma preside. Actualmente especializada en el diseño gráfico, sus casi cuarenta años de trayectoria abarcan todo tipo de proyectos. “Ahora —dice refiriéndose a las directrices de los trabajos que desde hace unos años aborda a través del estudio Gallén+Ibáñez— busco comunicar con el mínimo de elementos posibles. Podría definirlo como una estética de la ausencia”.

¿Recuerdas en qué momento quisiste dedicarte al diseño?

Perfectamente. Yo estudiaba Bellas Artes pero no me sentía artista. Así pues, ¿qué haces frente a eso si lo que quieres es dedicarte a algo que sea creativo? Un día, mirando la mancheta de una publicación, descubrí que existía la categoría de diseño de portada, y me di cuenta de que aquello se parecía mucho a lo que quería hacer. A partir de ahí todos mis movimientos estuvieron encaminados a hacer prácticas en un estudio de diseño, adonde me llevé también a dos compañeros y amigos de la Facultad con los que tenía más afinidad. Y un año después nos invitaron a formar parte del equipo que creó el estudio La Nave. En La Nave fue donde me formé.

La Nave fue un estudio muy importante, no solo para el diseño valenciano, sino a nivel estatal.

Eso dicen. Yo lo que puedo decir es que éramos un equipo trabajando en una España que, en 1984, ya había superado la transición, era demócrata y sus instituciones necesitaban renovarse y lavarse la cara para quitarse la grisura y la tristeza de la dictadura. Había que demostrar al mundo que España había cambiado. Y los diseñadores éramos los encargados de dignificar visualmente ese cambio político. Un equipo de once diseñadores resultaba muy atractivo de cara a los medios porque éramos modernos, jóvenes, simpáticos [ríe]. Pero, sobre todo, había talento, y por eso se nos valoraba

La diseñadora Sandra Figuerola y tú aportabais la cuota femenina a ese equipo.

Pero además de nosotras dos, que éramos socias, había otras mujeres trabajando en el estudio. Ser mujer en esto no es ningún chollo, eso no hace falta repetirlo. En los puestos de poder siempre están los hombres y los hombres prefieren trabajar con hombres, y lo puedo entender, porque a mí también me gusta trabajar con mujeres. Lo entiendo, pero me fastidia. El nivel de encargos que tenemos las diseñadoras suele ser inferior al que tienen los hombres, porque cuanto más importante es la empresa más masculinizada suele estar. Aunque últimamente el feminismo está triunfando como jamás lo había hecho. Nunca había visto lo que está ocurriendo durante estos últimos años, y estoy encantada. Es liberador.

“Ser mujer en esto no es ningún chollo. Aunque últimamente el feminismo está triunfando como jamás lo había hecho. Es liberador”

¿Es el diseño una herramienta más para ayudar a la conquista de la igualdad?

La literatura, las artes plásticas o el cine propician la expresión de lenguajes que marcan más el género, porque son discursos en los que el creador decide de qué quiere hablar. En mi campo es diferente porque los diseñadores trabajamos para un cliente y trasladamos su mensaje al lenguaje simbólico. Le ponemos voz al cliente, pero esa no es nuestra voz. Yo no distingo si una marca la ha hecho un hombre o una mujer. Ahora, en el campo de la publicidad sí se podrían hacer cosas, en lugar de poner a esas mujeres siempre buscando la mirada masculina. Eso sí puede cambiar.

En noviembre te otorgaron el Premio Nacional de Diseño 2019. La primera mujer que lo obtuvo fue Pati Núñez, en 2007, y ahora tú.

Ya era hora de que recayera en otra mujer ¿no? [ríe]. En realidad somos dos porque hay una nueva categoría, la de Jóvenes Diseñadores, que también ha ganado una mujer, Silvia Fernández Palomar. Es necesario que se nos preste atención porque apenas existen referentes femeninos. Si no logramos reconocimiento, las jóvenes no tienen con quien identificarse. En las escuelas, las alumnas suelen ser más aplicadas que los alumnos pero luego, a la hora de liderar proyectos siempre se quedan en segundo plano. Como si les faltara confianza en sí mismas, en parte porque no tenemos el imperativo de éxito que tienen los hombres. No se nos empuja a creer que somos capaces.

¿Cuál es la función del diseño en nuestra vida cotidiana?

El diseño es un gran catalizador de la innovación a través de la creatividad y explora soluciones innovadoras que dan respuesta a las necesidades del cliente y satisfacen al usuario. No se trata de hacer una silla solo para poder sentarse en ella, también se trata de generar afecto y empatía, que la persona la adquiera también por los valores simbólicos o emocionales que le transmite. Hay poca conciencia de que el diseño es algo que está para mejorar nuestra calidad de vida. Por eso está ausente en tantos lugares.

¿Cómo trasladas esta idea a la ciudad?

Es importante que pongamos en valor aquello que nos hace únicos. Los monumentos, sí, pero también los establecimientos emblemáticos, porque es un patrimonio que conserva características de lo local y posee un valor paisajístico para la identidad del barrio. Los tres síntomas que aquejan a casi todas las ciudades son: la saturación comunicativa, la homogeneización y la hiperiluminación, que en España es excesiva. Y una ciudad mal iluminada no puede ser acogedora. Más que diseñar, por ejemplo, para la ciudad, lo que me gustaría es reducir, agrupar, sistematizar elementos.

¿Tienes predilección por alguno de los trabajos que has hecho a lo largo de tu trayectoria?

Me gusta todo. Diseñar packaging me parece chulísimo, pero me gusta especialmente el trabajo cultural, quizá porque está menos vinculado al éxito financiero. En diseño gráfico destaco Ensems, el festival internacional de música contemporánea en el que trabajé durante 19 años. También estoy muy satisfecha con la identidad visual y la señalética que hice para el centro de arte Bombas Gens.

¿Reconoces alguna influencia en tus diseños?

Hay muchas. Me gustan los clásicos, pero también gente nueva interesantísima que va apareciendo. Al fin y al cabo, el estilo de uno se va formando con decisiones que tienen que ver con tus gustos. Eso va configurando un lenguaje basado en tus preferencias pero también en tus limitaciones, y dentro de ese campo de posibilidades creas una nomenclatura que es el lenguaje con el que te expresas.