Ignasi Aballí

Llenando el vacío

22/07/2022 · Por Teresa Morales
El artista Ignasi Aballí, que presenta ‘Corrección’ en la Bienal de Venecia, posa en su estudio
El artista Ignasi Aballí, que presenta ‘Corrección’ en la Bienal de Venecia, posa en su estudio. © Roberto Ruiz

Su obra bebe de Magritte, Duchamp, On Kawara y Michael Asher, entre otros. Y su arte conceptual, elegante y minimalista provoca al espectador para hacerle reflexionar. ¿Su última apuesta? El 'vacío' pabellón de España en la Bienal de Venecia, un proyecto que, reconoce, es el “más radical y más difícil” de su carrera y que ha supuesto un “punto de inflexión”.

En una época de excesivos estímulos visuales, el artista conceptual Ignasi Aballí (Barcelona, 1958) aboga por un mundo sencillo donde el uso paradójico de los materiales cotidianos (polvo, típex, tela, recortes de periódico, cartas de colores…) replantean el significado de la vida. Su último trabajo, Corrección, transforma el pabellón español en la Bienal de Arte de Venecia para convertirlo en un espacio vacío de obras y lleno de antagonismos y conceptos. Una propuesta tan atrevida como original.

Corrección recrea el pabellón de España en la Bienal de Venecia dentro del propio pabellón, pero girándolo 10o. ¿Cómo surgió la idea?
Se barajó hacer un proyecto especifico —más que llevar obras ya hechas— para el pabellón dentro del contexto de la Bienal, es decir, que solo tuviera sentido ahí. Poco antes de ponerme con la idea había acabado otro proyecto donde trabajé con la arquitectura del espacio y la tenía muy presente. La mezcla de ambas me llevó a fijarme en cómo estaba construido y ubicado el pabellón español en la Bienal, un poco girado respecto a sus vecinos, y eso me dio la clave para la propuesta: seguir el alineamiento de los edificios colindantes.

¿Esa “corrección” tiene algún tipo de simbolismo político?
La propuesta plantea muchas lecturas y una de ellas puede ser política porque pienso que todo proyecto artístico de interés tiene siempre un lado político que no tiene por qué ser explícito, pero que está ahí de algún modo. En este caso, esa “corrección” de un pabellón nacional, que es como un espacio simbólico de representación de un país, cuestiona de alguna manera su memoria e, incluso, su posición respecto a otros países, también el papel del propio pabellón en la muestra o mi propia posición ante la propuesta de participar en esta Bienal.

“La propuesta plantea muchas lecturas y una de ellas puede ser política porque pienso que todo proyecto artístico de interés lo tiene”

El resultado es un edificio aparentemente vacío y, a la vez, lleno.
Exacto. En el pabellón original no cabe nada más porque se ha vuelto a construir otro pabellón dentro, por eso decimos que el original está lleno. Pero el otro pabellón, el mío, sí está vacío. Y se mezclan conceptos aparentemente contradictorios, pero que se experimentan a la vez: qué está recto y qué torcido en esa arquitectura, hay un espacio en el que estás dentro y fuera a la vez, se puede hablar de copia y original…

¿Y cómo es la reacción del público general?
Hay de todo. Es un proyecto que tiene el riesgo de que la persona entre y salga y no esté un cierto tiempo dentro planteándose por qué aparentemente no hay nada ahí, por qué se propone ese vacío, qué ocurre, a qué se debe esa propuesta tan aparentemente austera; y se vaya con la idea de que no se ha hecho nada. Pero si se pasa un tiempo dentro del pabellón sí se aprecia que ocurren cosas que no son normales y entonces se entiende el juego de esa repetición del edificio girado.

¿No teme que el espectador solo se quede con lo visual y no entienda la reflexión más profunda?
Es cierto que una cosa es tu pretensión, lo que propones y lo que te gustaría que transmitiera el proyecto que planteas, y otra es cómo se recibe eso. Pero no me preocupa que la gente saque sus propias conclusiones y haga lecturas que no coincidan con las mías. Si eso pasa está muy bien, que la obra sea capaz de sugerir y proponer cosas más allá de las que yo planteaba. Eso es fantástico.

“No me preocupa que la gente saque sus propias conclusiones y haga lecturas que no coincidan con la mía. Eso es fantástico”

¿El público necesita que el talento de los artistas les haga reflexionar?
No sé si se necesita, pero creo que hay que aprovechar la capacidad que tiene el arte de replantear ciertas cosas desde un lugar de resistencia a ciertas dinámicas del mundo. En el caso del pabellón, proponer una arquitectura absurda, pero que a la vez cuestiona y plantea la idea del tiempo, del espacio o de cómo se debe visitar una exposición. El arte tiene la capacidad no de cambiar el mundo, pero sí de lanzar reflexiones y miradas críticas sobre la realidad que vivimos. Si eso le sirve a alguien para ver las cosas de otra manera o cuestionarse la realidad, ya es mucho.

Ese talento le ha ayudado a alcanzar el éxito, algo esquivo para muchos artistas. ¿Qué significa para usted?
Para mí es trabajar en lo que me gusta: ser artista y crear mi obra. Eso ya es un éxito y no es fácil. ¡Cuántos artistas no pueden hacerlo! Por otro lado, no cabe duda de que participar en la Bienal es un privilegio en el sentido de que por ahí pasa todo el mundo del arte y se concentra mucha gente que puede ver tu trabajo. Eso puede ayudarte a tener más éxito. O no, lo contrario, también puede ser negativo si un proyecto no interesa.

“El arte tiene la capacidad no de cambiar el mundo, pero sí de lanzar reflexiones y miradas críticas sobre la realidad que vivimos”

Y le deja más expuesto a la crítica.
¡Y tanto! He visto críticas de todo tipo, favorables y no favorables, pero eso es inevitable. En cualquier caso, lo importante es que tú estés convencido y razonablemente satisfecho con lo que has hecho, a partir de ahí pues lo que tenga que ocurrir... Si es positivo, fantástico, y si es una crítica negativa argumentada y consistente también me va a ser muy útil porque me ayuda a reflexionar y a replantearme cosas que, quizás, no he tenido en cuenta.

¿Qué pasará cuando acabe la Bienal, desaparecerá su pabellón?
Sí. Quedarán los seis libros de artista que sacamos como proyecto complementario y que han de buscarse en diferentes rincones de la ciudad, pero del pabellón girado no quedará nada. Como mucho un trozo de pladur de la pared como recuerdo, el resto irá a reciclaje y desaparecerá. De hecho, esto también le da sentido: es un proyecto tan vinculado a la Bienal que será efímero también.

¿Y qué proponen esos seis libros?
No queríamos limitarnos al espacio concreto del edificio, sino lanzar una propuesta que incorporara a Venecia, haciendo que la gente experimentara una visita a la ciudad alternativa al recorrido más turístico y que habitualmente no haría si no se lanzara a la búsqueda de estos libros. Por otro lado, también recogen obras mías anteriores que, hipotéticamente, podrían haber estado en el pabellón pero no están.

‘Corrección’ se podrá visitar durante la 59ª edición de la Exposición Internacional de Arte Bienal de Venecia hasta el próximo 27 de noviembre.