Espai Tactel

El arte del presente

25/02/2020 · Por Daniel Mesa
espai tactel apertura
Ismael Chappaz y Juanma Menero, fundadores de Espai Tactel. © Nacho López

Con sede en Valencia y Barcelona, la galería Espai Tactel funciona desde 2013 como altavoz de las nuevas vanguardias en el arte contemporáneo. Instalaciones 3D, ‘net narrative’ o arte digital son algunos de los términos que afloran entre sus propuestas, que en los últimos años se han colado en varias de las ferias más importantes del mundo. Estos días, repite en ARCOmadrid.

La historia de Espai Tactel se remonta al 2005, año en el que Ismael Chappaz y Juanma Menero ponen en marcha el estudio de diseño gráfico Tactelgraphics. Casi tres lustros más tarde, lo que comenzó siendo el pequeño proyecto de dos mentes creativas e inquietas ha acabado por convertirse en algo mucho más grande. Hoy, Espai Tactel es una de las galerías de arte más importantes de la Comunidad Valenciana y la primera en entrar en ARCOmadrid en los últimos quince años, con una identidad que se desbanca de la galería convencional y con propuestas cuyos lenguajes, técnicas y temáticas conforman un nuevo paradigma en la creación artística contemporánea.

El año pasado, Espai Tactel se dispuso a dar un nuevo paso y ampliar horizontes con la apertura de una nueva sede en Barcelona, Espai Tactel. Toormix, lo que les permite hoy organizar más de diez exposiciones individuales y colectivas al año. Nos lo cuentan ellos mismos.

¿Cómo llegasteis al mundo del arte?

Ambos estudiamos Bellas Artes. Al principio estábamos sobre todo interesados en el diseño, lo que nos llevó a montar nuestro propio estudio, Tactelgraphics. Años después, se nos ocurrió extender el negocio abriendo una galería y, aunque no teníamos muchos contactos en el sector, pronto empezamos a conocer el circuito de coleccionistas, comisarios, instituciones, etc. Como en cualquier trabajo, una vez comienzas, te vas metiendo cada vez más.

¿Qué objetivos os marcasteis en esa primera etapa como galería de arte?

Todas las galerías son proyectos muy personales. Obviamente, generas una línea a partir de tus gustos e intereses. Nosotros creemos que el arte contemporáneo tiene una misión educadora y de cuestionamiento, y supongo que esto define en grandes líneas el tipo de arte que exponemos.

El eclecticismo de materiales y disciplinas es una de vuestras virtudes. ¿Es deliberado?

Tenemos a artistas como Vicky Uslé, que plasma sus vivencias personales a través de la pintura; Fito Conesa, cuyo trabajo se centra más en la cultura queer, o Raphaël Barontini o Christto & Andrew, interesados en las temáticas coloniales. También nos consideramos muy estetas y ponemos mucho en valor la parte visual, siempre y cuando esté respaldada por un discurso y no se trate de algo frívolo. El currículo de los artistas es otro de los factores que tenemos muy en cuenta, aunque a veces hemos apostado por algunos con una trayectoria muy corta a sus espaldas y no nos hemos equivocado. Por lo general, sabemos muy rápido lo que nos gusta.

Efectivamente, parece que hay mucho de vocacional en vuestra propuesta, sobre todo, en el estrecho vínculo que mantenéis con artistas emergentes.

“Emergente” es una palabra que nos horroriza. Nos parece que es un término que utiliza el sistema para hacerte de menos frente a otros con más nombre. Si eres emergente significa que por ahora solo eres una promesa y que todavía tienes que demostrar tu valía, lo cual es muy duro para un artista. Gran parte del arte contemporáneo sigue anclado en propuestas de los años 70 y 80, lo que tiene mucho que ver con la edad de muchos directores de museos y comisarios. De ahí, que por lo general se siga sin prestar la suficiente atención a los discursos más actuales.

Aunque cada vez son más los coleccionistas que se interesan por nuevos talentos y lenguajes como una inversión a largo plazo, vuestra apuesta no deja de ser arriesgada.

Es cierto que para estar en este sector con nuestra edad se necesita estar un poco zumbado (Risas). Nunca hemos tenido ningún problema a la hora de apostar por lo que nos apetece. Recientemente, por ejemplo, hemos fichado al artista Paco Chanivet porque vimos una exposición suya en la Fundación Miró que hablaba del horror cósmico, y como fans que somos de la literatura de Lovecraft, flipamos porque era la primera vez que veíamos a un artista trabajando esta temática. En su momento, también apostamos por Carlos Sáez, cuyo trabajo remite constantemente al cine anime de los 90, como Evangelion o Ghost in the Shell. Son temas que se inscriben en la subcultura contemporánea y a los que el establishment da la espalda.

“Nos horroriza la palabra ‘emergente’ porque significa que por ahora solo eres una promesa y que todavía tienes que demostrar tu valía, lo cual es muy duro para un artista”

El auge de las galerías de arte en Madrid en el último lustro ha hecho que muchas decidan mudarse a los alrededores de la calle Doctor Fourquet, suscitando a su vez una mayor competencia. Para vosotros, ¿estar en Valencia os beneficia?

Ni nos beneficia ni nos perjudica. Fue la situación que se dio. La abrimos aquí y poco a poco fuimos aceptados por el resto de las galerías y haciéndonos más fuertes. Al igual que en Madrid, muchas galerías valencianas se han empezado a mudar a una misma zona [los alrededores de la calle Carrasquer, en El Carmen]. Nosotros estábamos antes en el barrio de Ruzafa y, desde que nos trasladamos a este barrio, estamos a cuatro minutos de galerías como Espaivisor, The Blink Prohect o Rosa Santos. Cuando un coleccionista o un asesor va a visitar alguna galería y se lo pones fácil, es más probable que pase por la tuya. En Barcelona, sin embargo, estamos más alejados del núcleo fuerte.

¿Por qué creéis que vuestro proyecto no terminó de cuajar en un barrio en pleno apogeo como el de Ruzafa?

Todo el mundo pensaba que Ruzafa iba a sufrir una transformación enorme. Era la gran promesa cultural y la zona donde vivían y trabajaban muchos artistas. Sin embargo, a medida que fuimos creciendo como galería nos fuimos sintiendo más alejados del barrio y menos comprendidos. También nos percatamos de que en los siete años que estuvimos allí ni una sola persona entró por la puerta con la idea de comprar. En el nuevo espacio en El Carmen tenemos, además de nuestra casa, un showroom que nos permite ofrecer un tipo de visita diferente a nuestros clientes y descubrirles las piezas en otro contexto. No es algo que nos hayamos inventado nosotros, pero aquí no es todavía tan común como en otros países.

A la hora de difundir un proyecto, un artista o una exposición, ¿seguís utilizando los canales tradicionales del arte?

Usamos mucho las redes sociales, así como otros canales y webs especializados de difusión y venta. De todos modos, sabemos que tener muchos likes no te asegura la calidad del trabajo, pero a nosotros Instagram nos ha sido muy útil para dar a conocer el proyecto. Hay que recordar que las galerías son espacios privados abiertos a todos los públicos.

Este es vuestro cuatro año en ARCOmadrid. ¿Qué significa para una galería joven como la vuestra estar presente en una feria de estas dimensiones?

Si eres una galería española de arte contemporáneo tienes que estar en ARCO, que es quien determina si vales o no. Es como figurar en la Guía Michelin para un restaurante; si te renuevan significa que sigues destacando por encima de los demás y que ofreces un producto de altísima calidad. En el arte ocurre lo mismo. ARCO, además, no ha dejado de mejorar —por mucho que algunos se empeñen cada edición en crear una polémica—. Más allá de lo anecdótico, es una feria que se ha ido puliendo con los años. Pero ahora, nos toca también apuntar a Art Basel.