Juana de Aizpuru

“Siempre he querido ser protagonista de mi época”

25/02/2020 · Por Daniel Mesa
juana de aizpuru apertura
La galerista Juana de Aizpuru, pionera en España en el coleccionismo de arte contemporáneo internacional. @ Cortesía de la Galería Juana de Aizpuru

De su cabeza salió ARCO, pero también muchas de las grandes exposiciones de arte contemporáneo que han desfilado por nuestro país, desde Sol Lewitt a David Hockney pasando por Warhol. Hablamos de Juana de Aizpuru, la galerista y coleccionista —hoy convertida en todo un icono de nuestra cultura— que en plena Transición se empeñó en introducir a España en el panorama artístico internacional.

Juana de Aizpuru (Valladolid, 1933) nació a principios de los años 30 en una de las ciudades más conservadoras de la España de la época. Una mera anécdota teniendo en cuenta la personalidad de una mujer que ha vivido siempre dos pasos por delante de su época. Abrió su primera galería en Sevilla en 1970 y desde entonces ha vivido entregada al arte. Fue una de las primeras voces en defender la fotografía artística cuando todavía era una práctica invisible; abanderó el coleccionismo de arte contemporáneo en una realidad cultural anclada en los clásicos y fundó en los estertores de la Transición la primera gran feria de arte española, ARCO, con la que contribuyó a introducir las vanguardias internacionales y a exportar el talento español fuera de nuestras fronteras.

Hoy, la inconfundible e icónica galerista de pelo rojo sigue entregada a la causa del arte desde la sede madrileña de su galería en la calle Barquillo, donde expone con regularidad la obra de nombres como Alberto García-Alix, Wolfgang Tillmans, Jean-Marc Bustamante, Cristina García Rodero, Philipp Fröhlich o Andrés Serrano. Conseguimos robarle un rato para charlar con ella a pocos días de ARCOmadrid 2020, donde presentará una selección de trabajos de sus artistas, así como un conjunto de piezas del extinto Miguel Ángel Campano, Premio Nacional de Artes Plásticas 1996.

Siempre has ido un paso por delante de tu generación. ¿Qué mantiene tu mirada abierta?

Más que mirar hacia afuera, he mirado siempre para adentro, adaptando mi vida a mis sentimientos y al deseo de realizarme. No me gusta sentarme y ver la vida pasar; yo siempre he querido ser protagonista de mi época. Por eso, siempre me he preguntado qué era lo mejor que podía hacer por los demás, por la sociedad, por mi gremio, por mis artistas y por el arte en general. Recapacitando y reflexionando es como me he dado cuenta de lo que tenía que hacer en cada momento.

¿Dónde reside para Juana de Aizpuru el valor de una obra de arte?

En su calidad, evidentemente. El precio es otra cosa. El valor y el precio no siempre van al unísono. Hay obras de gran valor que nunca alcanzan un precio elevado, mientras que hay piezas de escaso valor con precios altísimos. Por ejemplo, un artista que consigue una gran demanda puede permitirse subir los precios de sus obras, pero esto no siempre va unido a su valor real. 

¿Y qué destacarías de un buen galerista?

Su vocación. Este es un trabajo duro que exige dedicación absoluta, sin días de fiesta. Hay que dar más de lo que recoges, al menos en términos económicos. Satisfacciones personales, sin embargo, sí que se consiguen muchas. Pero si no fuera por el amor al arte, a mi galería y a mis artistas, evidentemente no me compensaría todo este esfuerzo. Más que esfuerzo es desvelo. Un desvelo constante porque funcione, porque vaya lo mejor posible. 

“Si no fuera por el amor al arte, a mi galería y a mis artistas no me compensaría todo este esfuerzo”

De hecho, sigues sin perderte una feria.

Vamos a muchas todos los años. Soy yo quien monta el stand, lo organiza, lo planea… Suelo, por ejemplo, dibujar un plano donde voy colocando las piezas, que cambio una y otra vez hasta dar con la disposición perfecta. Así cada una tiene su sitio asignado desde antes de llegar al espacio.

Has hecho exposiciones de artistas como Sol Lewitt, Richard Hamilton, David Hockney, Man Rayo Robert Raushenberg. Incluso las famosas Marilyn de Andy Warhol pasaron por su galería. ¿Ha dicho alguien “no” a Juana de Aizpuru?

¡Por supuesto que me han dicho que no! Aunque no muchas veces, la verdad [ríe]. Pero sí, lógicamente he recibido alguna negativa. 

¿Quién, por ejemplo?

Eso es mejor no decirlo.

Este año cumples medio siglo como galerista. ¿Crees que es más difícil montar hoy una buena galería que en la época en la que abriste tu primer espacio en Sevilla?

Hoy se necesita hacer un mayor esfuerzo intelectual. En la actualidad el arte está muy globalizado y tienes que estar al tanto de lo que ocurre en el mundo entero. Cuando yo abrí mi galería el arte contemporáneo se reducía a Europa y Nueva York, por lo que era muy fácil conocer lo que pasaba. Más tarde entraron los países latinoamericanos y, claro, todo se volvió más difícil. Luego vino el arte asiático y, recientemente, el africano. Ahora para montar una galería se necesita una mayor preparación y estar investigando constantemente; si no difícilmente puedes valorar el trabajo de tus propios artistas y colocarlos en el ámbito mundial del arte.

Iniciaste tu actividad en tiempos en los que no era frecuente ver mujeres galeristas. Sin embargo, la tendencia ha cambiado mucho en las últimas décadas. 

En mi época había algunas, como Juana Mordó, con quien tuve una gran relación, pero no tantas como ahora. Siempre he pensado que en este país para ser galerista se necesita ser muy generoso, a nadie se le ocurriría abrir una galería en España para hacerse rico. Hay que ser muy altruista y creo que las mujeres en ese sentido somos más románticas. Un galerista amigo mío de Nueva York me decía: “Si sabes que una exposición no va a vender, ¿por qué la haces?”. En mi caso, porque siento que tengo que hacerla, por eso nunca expongo pensando en las ventas. Si solo hiciera exposiciones para vender, haría lo mismo que hace todo el mundo. Los hombres, en cambio, se lo plantean todo más como un negocio, como un trabajo. 

“Para ser galerista se necesita ser muy generoso; a nadie se le ocurriría abrir una galería en España para hacerse rico”

¿Qué es lo que te empujó a fundar una feria como ARCO en España?

Cuando se me ocurrió el proyecto de hacer una feria en España no tuve la mínima duda de que tendría una buena acogida, porque tenía una idea clarísima de la feria que quería. En los 80, los de la generación de la Transición sabíamos que se trataba de un momento extraordinario para este país, y que teníamos que aprovechar la coyuntura de la mejor forma posible. Hicimos cosas maravillosas. Fue un momento modélico en el que España atrajo la atención universal por cómo llevó a cabo el cambio. 

En aquellos años empecé a viajar muchísimo y no me perdía un acontecimiento artístico en Europa, ya que siempre he tenido claro que el arte es algo universal. Cuando vi las ferias de Basilea y de Colonia me di cuenta de las extraordinarias posibilidades que tenían allí y en lo fantástico que sería tener una feria de arte en España. No se me ocurrió nadie que pudiera hacerla, así que me dije: “Pues la voy a hacer yo”. 

¿Qué objetivos te marcaste entonces? 

Cada feria tiene que adaptarse a las necesidades e idiosincrasias de la ciudad donde se celebra. En España lo que más necesitábamos entonces era desarrollo cultural; introducir aquí el arte internacional y hacer que aquellos que vinieran conocieran también el arte español y lo exportaran al extranjero. Yo quería en ARCO a las grandes personalidades del mundo del arte, pero claro, ¿quién iba a venir a una feria nueva a Madrid solo porque fueran invitados? Así que organicé una serie de charlas donde comisarios y galeristas contaban al público sus grandes exposiciones y sus grandes proyectos. ¡A eso sí que se apuntaban todos! ARCO fue, de hecho, la primera feria que incluyó en su programa actividades culturales. Y así fue como empezó todo. 

¿Alguna anécdota que recuerdes de aquellos años?

Recuerdo que en la tercera edición, el director por entonces del Museo de Burdeos me dijo paseando por los pasillos de la feria: “Juana, en FIAC se vende mucho, pero aquí están pasando cosas y todos estamos siendo testigos de ello”. Qué bonito, ¿verdad?

A pesar del empeño de instituciones y galeristas, el arte contemporáneo sigue siendo un misterio para la mayoría de los españoles. ¿A qué crees que se debe?

En España el arte contemporáneo siempre ha sido para unos cuantos. Ahora estamos luchando para que ese círculo se extienda. Pero para que esto se dé se necesita un ambiente en el que la cultura es primordial, y el problema es que últimamente ni siquiera los políticos hablan de la cultura en sus programas electorales. De todos modos, creo que algo está cambiando. Estos días, por ejemplo, hemos tenido una exposición de Cristina García Rodero y la cantidad de público que ha venido ha sido increíble. Incluso ha venido gente que no está acostumbrada a ir a galerías y que preguntaba en la puerta si hacía falta pagar. Sí creo por lo tanto que el arte contemporáneo interesa cada vez más y que hay personas que están deseando acercarse a él.