Silvia Omedes

“El fotoperiodismo tiene que emocionar y hacer pensar”

30/12/2019 · Por Beatriz Portinari
Silvia Omedes
La comisaria de exposiciones y agente de fotógrafos Silvia Omedes. © Inma Cortés

Hablamos con Silvia Omedes, fundadora de la Photographic Social Vision, una entidad sin ánimo de lucro de Barcelona, que desde 2001 impulsa y desarrolla el valor social de la fotografía documental. Un nombre clave para entender el fotoperiodismo de la última mitad de siglo.

Silvia Omedes (Barcelona, 1971) se define como gestora cultural, comisaria independiente, agente de fotógrafos, editora y profesora de fotografía documental. Pero en esencia, su trabajo consiste en descubrir y divulgar diamantes en bruto: talentos fotográficos que pasan desapercibidos y jóvenes fotoperiodistas que recorren el mundo o su propio país para retratar causas sociales olvidadas. “Nací con una hipersensibilidad a la injusticia y eso hace que sienta atracción instantánea por quienes son testigos de lo que sucede, con trabajos fotográficos y experiencias vitales que merecen la pena ser divulgados”, explica. Analizamos con ella la situación actual del fotoperiodismo en nuestro país o cómo ha evolucionado la relación entre el fotógrafo y el espectador en la era de Instagram.

¿Cómo definirías la situación actual del fotoperiodismo en España?

Las empresas de comunicación, que ya no podemos considerar “medios de comunicación”, no están apostando por dar visibilidad a proyectos fotoperiodísticos y de investigación. Están sujetas a un modelo de negocio mundial, que son las grandes agencias de fotografía, que no ayudan a profundizar sobre los retos del mundo. Lo que paga un medio de comunicación por un año de suscripción equivale al sueldo de un solo periodista al mes. ¿Es más rentable? Puede ser, pero pierde credibilidad.

“El fotoperiodismo jamás estará en crisis porque es la esencia del ser humano. Es un impulso natural que consiste en narrar historias que nos importan como sociedad”

Eso hace que tengamos la misma imagen en portadas de varios periódicos, no solo españoles, sino europeos. ¿Qué nos estamos perdiendo?

Las imágenes que venden de forma masiva las agencias, a todos los medios, no son malas fotos, pero no pueden ofrecer contexto ni profundidad. Con la crisis, los periódicos también despidieron a muchos editores gráficos, sin ser conscientes de la importancia de la selección de una buena foto o serie de fotos, con un sentido. En España tenemos grandes fotógrafos, con miradas muy interesantes, pero no se está apoyando a nuestros fotoperiodistas, por lo que nuestro talento tiene que trabajar para medios internacionales. Estamos perdiendo una mirada directa, sobre el terreno, de profesionales españoles que podrían contarnos la historia de primera mano.

¿Consideras que el fotoperiodismo está en crisis?

No, el fotoperiodismo jamás estará en crisis porque es la esencia del ser humano. Es un impulso natural que consiste en narrar historias que nos importan como sociedad. La crisis es de soportes, que no se están adaptando a los cambios de consumo de información o de fotografías. Tenemos ejemplos de medios que lo han resuelto de forma brillante, como The New York Times, que ha conseguido una buena transformación de periódico de papel a digital, donde sigue ofreciendo contenidos de calidad y trabajos con rigor y compromiso. Si ofreces calidad al público, el público quiere más calidad y está dispuesto a pagar por ello.

¿Deberíamos estudiar ese modelo de negocio en las facultades de Periodismo?

No solo debería estudiarse, los medios españoles deberían seguir el ejemplo. No hace falta ir a Nueva York a preguntar cómo lo han conseguido: el periodista Ismael Nafría ya hizo su tesis doctoral sobre ese modelo de negocio y lo publicó en un libro que explica cómo se reinventa el periodismo en la era de las redes sociales. Si menosprecias a los autores o dedicas poco espacio a los trabajos que enriquecen la mirada y el conocimiento del público, nos encontramos en una situación precaria.

¿Qué características debe reunir un trabajo fotográfico para ser premiado en concursos o protagonizar exposiciones?

Yo destacaría tres claves que siempre busco cuando acuden fotógrafos con su portfolio para solicitar asesoramiento. Una buena fotografía es capaz de emocionarte visualmente, con imágenes expresivas, de gran impacto visual. La emoción viene de la composición, del punto de vista, más el relato. El buen fotoperiodismo debería ser capaz también de seducirte e interrogarte intelectualmente, que no solo apele al estómago, sino a la inteligencia de la audiencia, que quiera saber más sobre esa historia. Y por último, también debería ser capaz de narrar de manera interesante y de meterse en la piel del espectador. Se detecta rápido un buen trabajo, cuando son fotos capaces de informar o narrar, de forma empática y consciente de su aportación.

“El buen fotoperiodismo debería ser capaz también de seducirte e interrogarte intelectualmente, que no solo apele al estómago, sino a la inteligencia de la audiencia”

En la era de Instagram, ¿está cambiando la relación entre el fotógrafo y el público?

Hasta el momento, los fotógrafos cedían sus trabajos a una empresa que los representaba o enviaban directamente las imágenes a los medios. Ahora estamos comprobando que los jóvenes talentos crecen pensando que deben narrar de una manera interesante, crear un vínculo con sus audiencias, basado en el interés del tema. Este mundo ha cambiado y los fotógrafos deberían buscar nuevos clientes, nuevas audiencias, ser autocríticos. Han de darse cuenta de que la supervivencia pasa por ser autosuficiente, y esto supone renovar el lenguaje. El mejor fotoperiodismo emergente está online, sin lugar a dudas. La puerta al mejor fotoperiodismo, para un usuario normal, está en Instagram, donde se pueden seguir trabajos documentales de calidad.

Pero eso obliga al lector a buscar al fotógrafo. ¿Cómo diferenciar un buen trabajo de otro?

El futuro pasa por el receptor responsabilizándose de su propia base de datos de periodistas o fotoperiodistas en los que confía. A los que quiere leer y seguir, porque las empresas de comunicación tienen unos intereses políticos claros. El público está acostumbrado a que le den su información, no a buscarla. Y ese modelo va a cambiar. La gente quiere tener información veraz y llegar a sus propias conclusiones, nadie quiere reconocer que está siendo manipulado.

¿Los nativos digitales están más preparados para este cambio en la comunicación visual?

Hay una asignatura pendiente en los programas escolares que es la educación visual. Ninguna fotografía es inocente. Por lo tanto, hemos de poder educar para saber de qué trata esta foto, quién la hace, por qué, cuál es su objetivo. Los jóvenes van a ser más conscientes, pero falta alfabetizar. Que tengan una gran cultura visual o publiquen muchas fotos no les capacita para entender o leer la fotografía. Cuando se trata de fotoperiodismo debemos poner en valor los usos, valores y funciones para que sea respetado por las nuevas generaciones. Es importante enseñarles a diferenciar las fotografías comerciales, publicitarias, de aquellas con valor informativo y ético, algo esencial en democracia, como son las imágenes que sirven de testimonio de lo que ocurre.

“La puerta al mejor fotoperiodismo, para un usuario normal, está en Instagram, donde se pueden seguir trabajos documentales de calidad”

¿Qué trabajo fotográfico te ha sorprendido en los últimos meses, o qué talento emergente destacarías?

En la última convocatoria de la Beca Joana Biarnés para Jóvenes Fotoperiodistas hemos recibido proyectos muy potentes. Lo más curioso es que las nuevas generaciones de fotógrafos tienen claro y coinciden en los temas urgentes a tratar: género, inmigración, violencia y cambio climático. Podríamos haber convocado un Premio Joana Biarnés al trabajo ya hecho, pero consideramos que lo interesante era potenciar el nuevo talento. De ahí el formato de beca, que durante nueve meses cubre y respalda el trabajo fotográfico del premiado, con ayuda de un tutor que le asesora a lo largo de todo el proceso. Los tres trabajos finalistas eran brillantes, pero quien seguro dará que hablar, para bien, en los próximos meses y años es la fotógrafa que ha ganado la beca en esta edición: María Contreras Coll, con su proyecto “Dilo por su nombre. Violencia sexual en España”.