Rafael Fabrés

El narrador de imágenes

29/10/2019 · Por Carmen R. Cuesta
fotógrafo Rafael Fabrés
Rafael Fabrés, fotografiado este otoño en Madrid. © Miña Rodríguez

Es fotógrafo y a la vez cronista. Rafael Fabrés está ultimando su libro ‘Cafuné’, un trabajo desgarrador que recoge los años de la pacificación de las favelas de Río de Janeiro y que muestra una ciudad dura y compleja durante unos años clave para el devenir del país. “Estoy en una etapa —asegura— en la que me interesa más contar una historia, no importa el medio, que el hacer fotografía en sí”.

Recién aterrizado desde Katmandú, charlamos con Rafael Fabrés (Madrid, 1982), quien insiste (“por favor, dilo así”) en que su oficio es el de fotógrafo documental, no fotoperiodista. Algo que su trabajo parece desmentir: publica en medios internacionales como The New York Times, Time Magazine, Der Spiegel, Le Monde, The Guardian, El País o Paris Match, entre otros. Sus imágenes de una Haití devastada por el cólera, atentados en Afganistán, el proceso de pacificación de las favelas de Río de Janeiro o el último gran terremoto de México han dado la vuelta al mundo. Comparte, además, edad y lugares comunes con nombres conocidos como Manu Brabo, Guillem Valle, Samuel Aranda, y otros foteros a los que Gervasio Sánchez considera “la mejor generación de fotoperiodistas españoles”. Y, sin embargo, Fabrés afirma, “no me siento parte de ese grupo, aunque también haya tratado temáticas que se pueden considerar duras”.

Su comienzo real en la profesión —“un auténtico aprendizaje”— tuvo lugar en Haití después del terremoto y la posterior epidemia de cólera en 2010. Su estancia en Puerto Príncipe se alargó de un mes a dos años, hasta el momento en que “el foco de atención de la prensa internacional, como pasa habitualmente por desgracia, se movió de Haití a Túnez con el comienzo de la llamada Primavera Árabe”. ¿Por qué entonces Brasil y no Oriente Próximo? “Calibré la opción de ir a Yemen o a Libia, pero leí sobre el proceso de la pacificación en Río de Janeiro y creí que había una historia que contar”. A seis años de los Juegos Olímpicos y de otros macroeventos en la capital carioca, desde el Mundial de Fútbol hasta la visita del Papa, el proceso de transformación de Río acababa de comenzar.

Curiosamente, entre los miles de fotografías que Rafael Fabrés tomó durante sus años en Brasil no hay ninguna de eventos deportivos. La historia estaba allí, en la perspectiva de las comunidades más difíciles en las que esa pacificación no funcionaba. “Eran ambientes muy alejados de lo mostrado a la prensa, que solo tenía acceso a las favelas que llaman bonitinhas, las de las zonas nobles de la ciudad en las que el proceso había sido mucho menos complejo”, explica. Su convivencia con los batallones de la policía militar y las intervenciones en los morros (colinas) más conflictivos como San Carlos fueron la base de unas imágenes publicadas en multitud de medios y del proyecto Pacificación, presentado en el festival Visa pour l’image. Son fotografías duras, violentas, de las patrullas nocturnas en las favelas de Río, y también el principio del fin de la presencia de Rafael Fabrés en Brasil, después de más de cinco años.

“Este oficio, independientemente de quién seas o dónde estés, implica una serie de problemas de desarraigo, sacrificio, incertidumbre e inestabilidad”, cuenta. “No es que estuviera cansado de la pacificación como proyecto, sino de la violencia. No me veía con fuerza para seguir con una historia que no sentía ya como mía y había dejado de ver el enfoque más personal para seguir adelante con la historia después de siete años de trabajo”. Esto le llevó a cambiar de escenario; fue a México DF y a India, entre otros puntos del mundo. Y volvió a desarrollar proyectos más personales y en colaboración con ONG; temáticas e historias alejadas de aquella violencia. “Hay algo para mí importante a nivel creativo y es que tengo que estar en relativo movimiento. Es lo que me hace conseguir detectar esos temas que resultan interesantes a nivel visual, algo que me resulta difícil si me veo quieto”, asegura.

La distancia y dos años en México han supuesto sobre todo un cambio de enfoque: “Es en ese momento cuando empecé a ver el potencial de mi trabajo en Brasil, no solo de Pacificación, sino de todo aquello —fotos, textos, poemas, dibujos…— que tiene un peso emocional. De pronto, Pacificación desapareció y surgió la idea de desarrollar un libro con todo ese contenido, esas historias que tienen como telón de fondo el proceso de pacificación”. 

La fotografía como terapia e imágenes que ‘funcionan’

Rafael Fabrés se encuentra ahora en una etapa más calmada, por decirlo de alguna manera; afincado actualmente entre Barcelona y Madrid, continúa en movimiento con proyectos como los de México, España o Nepal, y se encuentra cerrando los últimos detalles de su nuevo libro. Su título es Cafuné —acción de pasar con ternura los dedos entre el cabello de una persona amada, en portugués brasileño y narra unos años que han sido clave para el devenir de la ciudad y del país. “Nuestro oficio consiste en muchas ocasiones en intentar amoldarte a una realidad que inicialmente no sabes bien cómo funciona desde una perspectiva muy enfocada al ambiente más duro y violento… Por eso, Cafuné también trata de hacer balance y buscar qué impacto ha tenido todo ello en mi vida, por un lado, pero sobre todo en la ciudad”.

Con escenarios como la pacificación, las unidades médicas estadounidenses en Afganistán o el rescate de los mineros chilenos de Copiapó, por citar algunos ejemplos, esta etapa de Rafael Fabrés puede parecer calmada e incluso sencilla para quienes les siguen diariamente en sus redes. “No, no [ríe]. Los temas que fotografío cuando estoy de vuelta aquí en España suelen ser temas más personales, un ejercicio visual sobre mi familia, sobre ese desarraigo del que hablábamos antes y todo lo que conlleva el haber vivido tantos años fuera y volver; los choques y contrastes de esa realidad de fuera y la de dentro… Para mí es importante porque es casi un ejercicio de ‘fototerapia’, si lo quieres llamar así. La fotografía en este caso me produce cierta sensación de identidad, de pertenencia, de sentido, de flujo… No sé muy bien cómo explicarlo”.

“Hacer una buena foto es algo muy complicado y requiere no solo de talento, sino también de un trabajo intensivo previo, tanto mental como técnico”

¿Los años le han hecho mejor fotógrafo? “Sí y no. Quizá tengo más facilidad para resolver ciertos temas —sobre todo a la hora de usar una herramienta como es una cámara— en la construcción de una imagen que funciona; eso puede haber pasado a ser algo más instintivo que cuando empecé”, asegura. Y añade: “Otra cosa muy distinta es hacer una buena foto, que es algo muy complicado y requiere no solo de talento, sino sobre todo de un trabajo intensivo previo, tanto mental como técnico. La fotografía es una actividad en la que siempre hay un alto porcentaje muy difícil de controlar, por así decirlo. El talento es importante, pero la clave está en el trabajo, en perseverar y en la constancia”.