Marta Etura

Más allá del Baztán

05/12/2019 · Por Carmen R. Cuesta
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La actriz Marta Etura regresa estos días a la cartelera en el ‘thriller’ ‘Legado en los huesos’. © Rafael Fabrés

La actriz donostiarra estrena estos días la segunda parte de la adaptación cinematográfica de la trilogía del Baztán, de Dolores Redondo. ‘Legado en los huesos’ es más tenebrosa que la primera parte de la saga, más compleja, y en ella su protagonista —la inspectora Amaia Salazar— comparte con la mujer que la interpreta mucho más que un rostro magnético y expresivo.

Cercana. Inteligente. Capaz. Son algunas de las palabras que vienen a la cabeza en cuanto uno se sienta un rato con Marta Etura (San Sebastián, 1978); lo hacemos en plena promoción de la segunda película inspirada en la Trilogía del Baztán de la escritora Dolores Redondo que dirige Fernando González Molina. En ella, da vida a la protagonista: una inspectora de homicidios de la Policía Foral de Navarra que se enfrenta a una serie de crímenes marcados tanto por lo mitológico y lo religioso, y que sirven de presentación para una enrevesada historia subyacente.

Tomamos un café con Marta Etura en un céntrico local madrileño. Lo primero que sorprende es que nadie da muestras de reconocer a una de las actrices más representativas y versátiles del panorama nacional. Y, lo segundo, que es más expresiva y accesible de lo que cabría esperar de una mujer que ha sabido mantener una discreción considerable a lo largo de veinte años de carrera. Y más en la época de las redes sociales y de la constante exposición pública.

La segunda y la tercera entrega de la trilogía, que se estrenará en abril de 2020, se han rodado en paralelo. En total, 18 semanas de rodaje, con un bebé de año y medio —su niña Chloe, de la que cuando habla se le iluminan los ojos—. “Además, yo estaba en todas y cada una de las secuencias; en ese sentido es una película de una intensidad brutal. Y he tenido la suerte de que mi chico y mi gordita me han acompañado, porque si no me muero [sonríe]. Enfrentarte tantas horas a un personaje de semejante exigencia es complicado”, explica.

El valle del Baztán como localización es determinante en la trama, y también lo ha sido en el largo rodaje, en ocasiones con condiciones extremas para el equipo. Sin embargo, para Marta Etura, además de profesional, este ha sido un reto personal: “La dureza de esta película ha sido emocional; Amaia tiene una herida muy profunda, ha tenido una infancia muy terrible, y en su día a día se enfrenta, además, a casos terribles. Manejar todas esas emociones durante tanto tiempo de una manera tan intensa ha sido la mayor dificultad, así como el mayor placer”.

“El viaje que te pegas en el teatro es mil veces más interesante a nivel interpretativo, pero lo que se genera en el cine con el equipo es poderoso”

“En Legado en los huesos hay una parte muy paralela entre la vida de Amaia y la mía que es la conciliación entre la maternidad y el trabajo, pero al fin y al cabo es algo que nos sucede al 90 por ciento de las mujeres. Lo que pasa es que el nuestro, el suyo y el mío, es un curro muy peculiar porque son muchas horas”, asegura la actriz. “La maternidad me ha servido, claro, para entender muchas cosas del personaje: había experiencias que estaba viviendo a la par que Amaia, incluso algunas cosas que pueden parecer muy tontas como dar el pecho, coger un bebé…”.

Una profesión bajo los focos

Desde el gran salto que supuso Sin vergüenza, de Joaquín Oristrell, en 2003, la carrera de Marta Etura ha estado marcada por una constante búsqueda de buenas historias y por una enorme versatilidad combinada con discreción. Etura siempre ha estado ahí, especialmente en cine, pero igualmente en teatro y en danza. ¿Con qué se queda? “No podría elegir: el cine me apasiona. El viaje que te pegas en el teatro es mil veces más interesante a nivel interpretativo, pero lo que se genera en el cine con el equipo es poderoso, como lo que hemos hecho en esta película; irte lejos de casa, y adentrarte en una historia con un equipo de ciento y pico personas, doce horas o más al día durante seis meses”.

Hoy, y pese a haber estado en películas muy conocidas para el gran público como Celda 211, Lo imposible o Azuloscurocasinegro, por citar algunas, Marta Etura puede pasear por el centro de Madrid o entrar en un restaurante, y pasar desapercibida para muchos. Tiene lógica: “Siempre he querido centrar mi carrera en mi profesión única y exclusivamente; soy actriz y es a lo que me dedico, junto con la danza. He conseguido mantener mi vida privada en esa esfera, y me apena porque ahora mismo con las redes sociales parece que tienes que dar una imagen de perfección o de compromiso. Esa manía de tener que exponer todo”.

Mujer, hoy en los 40 y con una profesión complicada a partir de según qué edades, la pregunta es obligada. ¿Hay papeles? “Hay más —asegura—. Y cada vez habrá más. Y habrá más directoras, y guionistas, y productoras… Y va a ir a más, es una realidad. Las mujeres hemos entrado en el mundo laboral y nada nos va a parar. Es una lucha que tenemos que continuar todos; nosotras y ellos. Da rabia, porque veo personajes de 40 años que se los dan a actrices de 30 o de 23 [ríe]”. Pese a todo, la protagonista de Mientras duermes se muestra optimista: “Seguimos inmersos en ciertas dinámicas que debemos cambiar entre todos. De hecho, quiero creer que muchas ya están cambiando”.

“Las mujeres hemos entrado en el mundo laboral y nada nos va a parar. Es una lucha que tenemos que continuar todos; nosotras y ellos”

Hablamos, también, del papel en los medios de comunicación en estos tiempos de redes sociales en los que todo es veloz y menos reflexivo. “¿Cómo puede ser que todo el mundo conozca a Belén Esteban y casi nadie conozca a los científicos, o fotógrafos, o cualquier otra profesión, que están haciendo cosas alucinantes en este país? ¡Alucinantes! Quiero creer que igual que se están cambiando cosas a nivel de género esto también algún día llegaremos a cambiarlo”. Ríe, con una carcajada sincera y un gesto expresivo: “Hablo demasiado, hablo demasiado. ¡Siempre me pasa lo mismo en las entrevistas! Luego las leo y pienso “¿Por qué no cierras la boca, Marta?”.