Gabriel Olivares

Humor sobre tablas

27/11/2019 · Por Carmen R. Cuesta
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El director teatral Gabriel Olivares, fotografiado en noviembre en Madrid. © Rafa Mateos

Gabriel Olivares es el hombre detrás de los grandes éxitos teatrales de los últimos años; un mago de la escena para quien dirigir una pieza es “cuidar y potenciar el talento”. Director de la conocidísima ‘Burundanga’, tiene actualmente otras tres obras en cartelera, a la vez que pone en marcha El Gallinero, un espacio de creación, ensayo y representación: una Arcadia en pleno Carabanchel.

“Dirijo comedias del bien o mal llamado —no tengo ni idea— teatro comercial”, resume Gabriel Olivares (Albacete, 1975). Lo que el público quizá no ve en los sucesivos éxitos de este director es todo el trabajo que hay detrás. Burundanga lleva nueve años en cartel en el Teatro Maravillas (“han pasado casi 40 actores para cinco personajes; solo se mantiene Eloy Arenas, que es incombustible”), mientras que el Pequeño Teatro Gran Vía alberga la cuarta temporada de La madre que me parió. Y Olivares acaba de estrenar, también en Madrid, Cádiz y Me gusta como eres en el Teatro Lara, esta última basada en la obra J’aime beaucoup ce que vous faites, de la dramaturga francesa Carole Greep.

La historia de amor de Olivares con este texto viene de largo. Hace diez años dirigía en París una versión de Mi primera vez, y fue allí donde dio con esa pequeña joya. Le hechizó nada más verla: “Es una de esas comedias que a mí, como público, me encantaría ver”. El porqué es una característica común a las obras que dirige Gabriel Olivares: “Es una función —explica— aparentemente superficial, un poco frívola, pero de esas que tienen mucha carga de profundidad”. Ha pasado una década, durante la cual el director y su socio y productor habitual Pedro Larragaña han intentado montar Me gusta como eres en multitud de ocasiones. “Siempre pasaba algo, llegaba otro proyecto que se ponía por delante de la lista hasta que por fin ha salido. Y además ha salido fácil, ha sido un proceso feliz y está siendo un éxito”, cuenta con una sonrisa.

“Me gusta como eres tiene lo mejor del teatro francés: plantea un conflicto moral —desde Molière, la necesidad de posicionamiento por parte del espectador ha sido una constante— y es un texto que, como muy poquitos de los que yo he dirigido, habla de la amistad y de la hipocresía o más bien, de la autoimagen”. El punto de partida de la obra es, a priori, sencillo. Dos matrimonios de caracteres muy diferentes se reúnen para pasar el fin de semana; como en toda buena obra de enredo.

“Decirle a alguien ‘me gusta como eres’ es un poco un chantaje; muchas veces la gente nos gusta en la medida en que sigue reflejando la imagen que queremos dar de nosotros mismos”, explica Olivares. “Cuando eso cambia comienzan procesos de separación, de falta de interés: cuántas personas han pasado por nuestra vida y se han quedado atrás sin que haya existido un conflicto real. Utilizamos en cierta medida a la gente para reafirmar nuestra identidad, por eso me refiero a la autoimagen”, asegura. Para el director, Me gusta como eres habla precisamente de esa “hipocresía que hace que vayamos dejando atrás relaciones de todo tipo, sentimentales, de amistad… Y también, y esto lo hemos descubierto durante los ensayos, de las dependencias que nosotros mismos nos creamos”.

Un momento vital apasionante

Que ese descubrimiento sobre los personajes, su forma de entender la amistad y sus dependencias haya tenido lugar durante los ensayos tiene lógica. “En los comienzos de cada obra hay hallazgos que se fijan y que acaban permaneciendo. El teatro tiene una peculiaridad, como el cine, que es que está basado en la colaboración; no somos artistas individuales como un pintor o un escritor”, explica. “Por eso es fundamental entender, aunque a mí me costara al principio, que un director de teatro es más un capitán de un barco que tiene que dirigir el talento y los recursos de muchísima gente, y ponerse al servicio de ellos”, afirma, aunque va más allá: “Creo que es algo propio del ser humano; o nos potencian nuestro talento y nuestra capacidad o nos convertimos en seres rutinarios que van siempre a tiro hecho; sota, caballo y rey”.

“O nos potencian nuestra capacidad o nos convertimos en seres rutinarios que van siempre a tiro hecho; sota, caballo y rey”

Con cuatro obras en cartel, Gabriel Olivares capitanea ahora mismo a cuatro de los elencos más exitosos de la capital, pero eso no es todo. Cuenta con su propia compañía, Teatro Lab Madrid, que a partir de enero contará con sede propia en el corazón del castizo barrio madrileño de Carabanchel. Se llamará El Gallinero y es, para el director, más que un trabajo, “un proyecto personal y de vida”: un centro de creación teatral, proceso de investigación de ensayos, de entrenamiento actoral e, incluso, de exhibición, con una sala de unas cien butacas.

“De repente, siendo una persona que se dedica a algo tan efímero como es el teatro, que la vida me haya puesto ahí un espacio que hay que programar me hace estar en un momento vital apasionante”, asegura. “En ese espacio se han manifestado todos los sueños tanto míos como de la gente con la que llevo trabajando muchos años, y hemos creado una especie de Arcadia; el espacio perfecto para crear, ensayar y representar”. Su conclusión es clara: “El otro día lo pensé, y me di cuenta de que tengo la suerte de ser profundamente independiente. Y eso, en cualquier disciplina artística, es algo por lo que hay que estar agradecido”.