Alfredo Castro

El arte de interpretar sin actuar

05/05/2022 · Por Carmen R. Cuesta
Alfredo Castro, actor galardonado en los Premios Platino
Alfredo Castro ha recibido su segundo Premio Platino a interpretación masculina de reparto consecutivo, en esta ocasión por su papel como El Corto en ‘Karnawal’. @ Imagen cedida por Mesala Films

Ha ganado por segundo año consecutivo el Premio Platino a la Mejor Interpretación Masculina de Reparto, por su papel en ‘Karnawal’, y es considerado —nada menos— el mejor actor chileno de todos los tiempos. Camaleónico y polifacético, Alfredo Castro afirma con humor tener un máster en la interpretación de monstruos y que la clave de su talento está en actuar sin hacerlo. Desde el "metabolismo".

Actor, director teatral, pedagogo, fundador de la exitosa compañía Teatro La Memoria, Alfredo Castro (Santiago de Chile, 1955) acaba de recibir su segundo Premio Platino consecutivo, el tercero de su carrera. Tres son, también, las nominaciones que acumula en unos galardones que ponen el acento en la conexión entre Latinoamérica y España, y en el cada vez mayor número de coproducciones a este y el otro lado del Atlántico.

“Lo que está pasando con el cine en Latinoamérica me parece de la más alta importancia: es el contrapeso a la industria norteamericana y a la europea angloparlante o no hispano parlante —asegura Alfredo Castro—. Tenemos un imaginario común y compartimos mucho. Hay por ejemplo un sentido del humor compartido, y en Chile uno puede matarse de la risa con Almodóvar o emocionarse con Amenábar. Y en España pasa lo mismo: alucinan mucho con Pablo Larraín u otros directores chilenos, argentinos o mexicanos”. “Uno de los valores que tiene nuestro oficio es unir a la gente, establecer nexos”, afirma el actor. La película por la que ha recibido este último Premio Platino ahonda en esa idea en cuanto a su factura —es una coproducción y su equipo técnico incluye profesionales de toda Latinoamérica—, pero también en cuanto a su localización.

Karnawal es un filme fronterizo, que retrata un territorio complejo y mestizo en el que son las mujeres, principalmente, quienes “trafican mercadería”, explica el actor, en la zona gris entre Argentina y Bolivia. En ese ambiente duro y hostil se enmarca una historia de baile en el que brilla el personaje de El Corto, padre del protagonista, ladrón y exconvicto. “Tengo un magister [máster] en monstruos —ríe—. En Karnawal decidimos crear un tipo, y así me lo pidió el director Juan Pablo Félix, que socialmente no tiene otra salida más que delinquir. No tiene otra posibilidad”. Sin familia, sin escuela, sin red de apoyo, no tiene más opciones: “Quisimos hacer un villano amoroso, que es un buen padre dentro de sus posibilidades, un buen examante con su mujer, un buen amigo… En definitiva, una buena persona. Me parece, con humildad, que sucedió; el tipo logra empatía con el espectador”, dice Alfredo Castro.

“A lo largo de mi carrera toda mi lucha ha sido por ser un actor natural, por no actuar. Es interesante esa paradoja”

Es en la construcción de los personajes, y en cómo crea esas personas —monstruos, en muchas ocasiones, y en contraste con lo calmado y agradable que resulta el actor chileno— en el teatro o ante una cámara, donde brilla el talento de Alfredo Castro. ¿La clave? La metodología que trata de huir del método, “metabólica” en sus palabras, de un profesional que lleva sobre las tablas más de cuarenta años y que sin embargo no comenzó su andadura en cine hasta ya mediada la década de los 2000. “A aquellos que no son actores, que nunca estudiaron actuación, como el chico de Karnawal, los llaman actores naturales, y yo digo: ¡qué envidia! A lo largo de mi carrera toda mi lucha ha sido por ser un actor natural, por no actuar… Preferiría no haber estudiado para no actuar; es interesante esa paradoja”, explica.

¿Cómo se conjuga esta visión del oficio con una carrera tan prolífica y premiada? “Siento a veces un poco de vergüenza. He trabajado con muchos actores y actrices, y la mayoría llega al rodaje con un guion subrayado, cortado y estudiado… Leo los guiones mil veces, pero llego al set a entrar allí digamos metabólicamente a trabajar. Trato de enfrentarme a ese set, al guion y a mis compañeros de la manera, digamos, lo más limpia y espontáneamente posible, recibiendo y dando todo lo que puedo pero tratando precisamente de no actuar, sino sintiendo desde el organismo, directamente desde el metabolismo”, concluye. En eso, como en otras cosas, Karnawal ha sido una pequeña joya: “En ese papel me entretuve mucho: era muy lúdico, muy loco, desquiciado y bromista. Lo pasamos muy bien haciendo esa película”.

“Para estar en esta profesión hay que tener una determinada estructura mental, hay que haber nacido con un grado de buena locura”

Para Alfredo Castro, “y sin caer en clichés”, todos los seres humanos tenemos un talento de corte creativo. Son el oficio y la dedicación los que marcan el desarrollo de ese talento, siendo la actuación un caso extremadamente peculiar: “Nos dedicamos como profesión a esto, y creo para estar en esto hay que tener una determinada estructura mental. Hay que haber nacido con un determinado grado de locura, de buena locura, para ser capaz de reemplazar un cuerpo por otro, prestar tu sensibilidad, tus emociones y tu historia a un ser ficticio”. Ante una cámara, o en un teatro ante 10, 100 o 200 personas, explica, “no deja de ser extraño que alguien sienta un goce tan grande al estar exponiéndose, mostrando toda su intimidad… Al menos yo comprendo mi profesión desde ese punto. No memorizo mis papeles, no estudio las líneas: intento que pasen por mi organismo, por mis sueños, por mis pérdidas, por mis huellas; por todo lo que yo he perdido y he ganado también”.

¿Cuál ha sido su última ganancia, o al menos una de las más relevantes? El actor no duda. “Recientemente gané una familia”, contesta. Durante un rodaje en España, explica, haciendo hincapié en esa conexión, conoció a un primo español que había recopilado la historia de su familia materna hasta el abuelo del actor, que emigró a Chile en la década de 1920. “Descubrí una familia —ríe—, y a ese primo que escribió un libro sobre los Gómez, mi segundo apellido, de Torrelavega. Los conocí a ellos, sin haber tenido vínculo nunca antes. Es increíble, ¿no?”.