Tino Soriano

El corazón de la fotografía

06/02/2023 · Por Teresa Morales
Tino Soriano es uno de los fotógrafos españoles más galardonados internacionalmente
Tino Soriano es uno de los fotógrafos españoles más galardonados internacionalmente. © Cortesía de Tino Soriano

Su afición por la fotografía comenzó a los 17 años, aunque su primer encargo profesional le llegó a los 37, precisamente para la revista 'Ronda' de Iberia. Hoy, tres décadas después, Tino Soriano es uno de los fotógrafos españoles más aclamados internacionalmente por sus fotografías de viajes, pero también por aquellas vinculadas a lo sanitario. Su lema: estar siempre a cinco metros de la acción.

El 90% de las fotografías firmadas por Tino Soriano (Barcelona, 1955) están hechas con un sencillo angular de 35 mm. No usa zoom, ni flash, ni trípodes, ni cámaras voluminosas. “Toda mi vida he trabajado con un equipo mínimo. Los equipos discretos contribuyen a la naturalidad”, desvela. Detrás de esa sencillez se esconde un fotógrafo con una gran calidad técnica, con una visión humanista de la realidad y con un talento innato para captar instantes espectaculares. Tres ejes sobre los que se sustenta una obra, especializada en viajes y en el mundo de la medicina, con la que ha ganado un World Press Photo, tres galardones Humanity Photo Award de la UNESCO, el premio Canon-Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y cinco veces el FotoPres, por mencionar solo algunos reconocimientos, amén de ser uno de los habituales de National Geographic.

Nada de esto le resulta abrumador al propio Soriano, que enumera la humildad, la paciencia y el no tomarse demasiado en serio como la base sobre la que construir el talento de un fotógrafo. “Eres sencillamente un ser humano que tiene un trabajo divertido, aunque nada sencillo, pero jamás un dios. Los excesos de ego son perjudiciales para esta profesión. Lo importante no es la fotografía ni el fotógrafo, sino aquello que fotografías”. ¿Y el talento qué papel juega? “Sin perseverancia sirve de poco. El talento en mi trabajo es lo que has vivido, aprendido y reflexionado, además de tu capacidad para ponerte en pie tras cada fracaso”, afirma. En plenos preparativos para su inminente expedición fotográfica a Benín, Togo y Ghana, saca un hueco para charlar sobre el corazón de la fotografía al tiempo que ultima algunos de sus proyectos: una exposición sobre niños con parálisis cerebral, otra sobre la multiculturalidad en Banyoles y un nuevo libro para Anaya PhotoClub.

“El talento en mi trabajo es lo que has vivido, aprendido y reflexionado, además de tu capacidad para ponerte en pie tras cada fracaso”

¿Recuerdas la primera vez que pensaste: la fotografía es lo mío?
El día que vi aparecer en una hoja en blanco una escena que había fotografiado unas horas antes. Me hechizó aquella inmediatez y la posibilidad de congelar el tiempo. Esto es magia, pensé. En ese momento decidí que me dedicaría a la fotografía.

¿Y qué te sedujo del sector sanitario para que, en un principio, te especializaras en fotografía médica?
Antes de dedicarme a la fotografía profesional trabajé en el Hospital de Sant Pau, primero como administrativo y después como director del departamento de Fotografía Médica. Así que estaba muy familiarizado con ese ambiente. ¡Además no me desmayaba en los quirófanos! [risas]

Fuiste pionero en retratar historias de enfermos, como aquel reconocidísimo reportaje (El futuro existe) sobre el cáncer infantil. Pese a su dureza, conseguiste expresar una enorme vitalidad con aquellas imágenes. ¿Cómo lo hiciste?
Con empatía. Es imposible hacer buen fotoperiodismo sin ponerte en la piel de los demás. Se trata de entender lo que está pasando, ser consciente de que con tus imágenes das visibilidad a problemas que a menudo se ocultan bajo la alfombra.

Es imposible hacer buen fotoperiodismo sin ponerte en la piel de los demás. Se trata de entender lo que está pasando

¿Tienes que comprender lo que ves para poder fotografiarlo?
Indudablemente. Si no sabes distinguir el alma de aquello que fotografías, te quedas en un plano superficial. Serían fotos meramente ilustrativas, fácilmente olvidables.

¿Qué sientes cuando tus fotografías se convierten en una denuncia social y consiguen cambiar una situación?
La fotografía es una pequeña herramienta universal que, hasta ahora —antes del Photoshop y de las fake news—, podía contribuir a cambiar las cosas, precisamente por la credibilidad que aportaba. Y es que cualquier persona, sin importar el idioma que hable, puede entender el significado de una imagen. Las mejores fotografías te sorprenden de entrada y, más tarde, te invitan a reflexionar.

¿Y qué debe tener una buena fotografía para emocionarnos?
Magia. Es algo que, como decía mi maestro Elliot Erwitt, debes llevar en el maletín. No existen fórmulas definitivas para conseguirla, pero si el propio fotógrafo se emociona puede transmitir esos sentimientos.

Y en esa magia, para ti, que aprendiste de forma autodidacta con los manuales de Kodak y los libros de Antoine Desilets y John Hedgecoe, ¿no es tan importante la técnica?
La auténtica fotografía, a menudo, empieza cuando se olvida la técnica. He escrito varios libros de fotografía y apenas aportan información técnica. Mi libro más vendido, Ayúdame a mirar, tiene 546 páginas y ni una sola línea habla de tecnología. La buena fotografía está en lo intangible. Es algo parecido a la conducción. Yo no necesito saber cómo funciona el motor de mi automóvil para ir de un lugar a otro, lo que no quiere decir que me niegue a saber cosas sobre mi coche.

¿Qué es lo peor de la universalización de la fotografía?
El uso que se hace de ella. Imágenes falsas que ilustran noticias falsas, imágenes generadas por Inteligencia Artificial que parecen auténticas, imágenes banales que saturan los sentidos y, por último, la vergüenza de ver fotografías excepcionales en la minúscula pantalla de muchos teléfonos.

“Si me proporcionas los medios para dar una cuarta vuelta al mundo mañana mismo, me lanzo con los ojos cerrados”

¿Buscas las historias o te las encargan?
A medias. Un encargo siempre es bienvenido porque es un reto y a mí me gusta esa presión. Las historias personales que busco las entiendo como un entrenamiento que me ayuda a crecer como fotógrafo, ya que trabajo sin plazos de entrega y puedo experimentar y, en consecuencia, aprender más.

¿Los encargos para National Geographic exigen mucha preparación previa?
Cuentas con un poco de información que te pasan ellos, pero hay otra parte de investigación personal y un porcentaje muy elevado de sorpresa ante las vivencias que aporta la vida cotidiana en el momento del trabajo.

Has dado la vuelta al mundo tres veces. ¿Estás cansado de viajar?
¡No! Si me proporcionas los medios para dar una cuarta vuelta al mundo mañana mismo, me lanzo con los ojos cerrados [risas]. Mi curiosidad por conocer el tiempo que me ha tocado vivir es insaciable y estimula mi vida; durará hasta que mis ojos se cierren definitivamente.