Adriana Chía

El arte está en la mezcla

21/02/2020 · Por Iñigo Esteban
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La bartender Adriana Chía compagina su trabajo como coctelera con su nueva vida como consultora y emprendedora. © Cortesía de Adriana Chía

Trabajo y creatividad son los ingredientes que nunca han faltado en los combinados de Adriana Chía. Esta fórmula la ha llevado a colarse entre los referentes mundiales de la coctelería. Ahora añade a la mezcla su faceta como emprendedora y su vida como madre. 

De la necesidad hizo virtud, y lo que comenzó siendo un salvavidas al que aferrarse para pagarse los estudios y las cañas se convirtió en su pasión. El lado creativo de Adriana Chía (Barcelona, 1992) se impuso y, alejándose de lo académico, optó por el universo que descubrió tras la barra de un bar, concretamente en uno de los que dirigen los hermanos Adriá. Allí aprendió que la gastronomía también se bebe y comenzó a formarse como coctelera. En 2016 se convirtió en la primera mujer en lograr el título a la mejor bartender española en la World Class Competition. 

Antes que nada, ¿mixóloga o coctelera?

Ya que nos estamos poniendo muy técnicos últimamente, coctelera es la herramienta que utilizamos para batir algunos cócteles, así que la palabra me chirría bastante. En mi opinión, un buen barman o bartender trabaja cara al cliente; y el mixólogo, experimenta y crea en la trastienda y no tiene por que ser bueno tratando con el público.

¿Cómo surgió tu interés por este mundo?

Estaba estudiando Diseño Gráfico y, como muchos jóvenes, me puse a trabajar detrás de una barra para pagarme los estudios y la vida social. Cuando terminé la carrera le dije a mi madre que no quería seguir con los estudios y que quería trabajar en un bar. Se echó las manos a la cabeza porque, según ella, después de siete años estudiando ¡no podía dedicarme a “poner cubatas”! [ríe]. Al final conseguí hacerle ver que se equivocaba. Hasta entonces había trabajado en bares corrientes, pero llegué a 41 Grados, de Albert y Ferrán Adrià y descubrí que la gastronomía y la coctelería eran un mundo con posibilidades infinitas, además de un arte. Siendo una persona creativa, a mucha gente le extrañaba que pasara del diseño a la hostelería, pero en realidad nunca he abandonado mi lado creativo, simplemente lo exploto en la coctelería. En cualquier profesión tienes que ser creativo para avanzar y crecer. 

“Nunca he abandonado mi lado creativo; simplemente lo exploto en la coctelería”

¿Tanto te marcó trabajar con los hermanos Adrià? 

Con Albert, todo su equipo funcionábamos como un ejército, como si nos fuera la vida en ello, lo que me abrió los ojos y me volvió una apasionada de esta industria. Si hubiera estado toda mi vida frente a un ordenador, me hubiera dado algo. Soy supersociable, no callo y me gusta mucho el contacto con la gente. Es lo que me hace sentirme viva, y siendo sincera, ahora aun me gusta más el mundo de la sala y el protocolo que estar detrás de la barra.

Defines los cócteles como “gastronomía bebible”. ¿Qué relación tienen tu profesión y la gastronomía?

Son mundos diferentes, pero poco a poco se están emparejando, debido también a que la coctelería se está popularizando. Sin embargo, no necesitamos beber cócteles cada día y sí comer, y por eso la gastronomía siempre ha tenido un mayor impacto que la coctelería. 

¿Los gin-tonics, los cubatas y los combinados clásicos son rivales o forman parte de lo mismo?

Mezclar ginebra y tónica o ron con cola no es simplemente poner un cubata. Va más allá. En realidad, los gin-tonics y los combinados clásicos son la base de la coctelería. Siempre ha existido la moda del gin-tonic, con diferentes tónicas y un montón de posibilidades, sabores y matices, mientras que para los bebedores de whisky o ron, que también son muchos, nunca hemos tenido tantas opciones como ahora. Se están abriendo puertas a los combinados clásicos al margen del gin-tonic, aunque aún hay quien no se atreve con destilados oscuros porque piensan que son mucho más fuertes que los destilados blancos, cuando realmente tienen el mismo alcohol y afectan igual. Percibimos el destilado oscuro como algo mucho más fuerte, alcohólicamente hablando, pero en realidad es lo mismo. 

¿Dirías que el mundo del vino tiene alguna relación con la coctelería?

Un buen bar también debe tener buenos vinos. Es la misma rama, porque el vino no deja de ser una bebida alcohólica y forma parte de nuestra paleta de ingredientes, pero no es lo mismo. De hecho, indirectamente, el vino es un rival de la coctelería. Por ejemplo, en un restaurante la mayoría de las mesas piden vino por costumbre y porque, además, una botella te la puedes beber entre cuatro personas por 30 euros, mientras que un cóctel ronda los 10 euros por cabeza y no existe la educación en líneas generales. La gente tiene muy en cuenta el factor económico. 

Muchos asocian el término “mixología” con lujo y precios elevados. ¿Qué les dirías?

No tiene por qué ser así. Además, ahora hay coctelerías para todo tipo de públicos y un sinfín de locales con ofertas a medida. No se puede decir que los cócteles sean caros, ya que antes hay que reflexionar por qué estás pagando; la materia prima, el servicio, el espacio, el tiempo de preparación que conlleva, etc.

¿Qué te inspira a la hora de crear un nuevo cóctel?

Todo. Principalmente, la gastronomía, y por eso digo que la coctelería es gastronomía líquida. Desde que empecé en este oficio utilizo ingredientes que antes no concebía beber. Por ejemplo, el achiote, que es una especia de Sudamérica que se emplea como el azafrán, para dar color y sabor a la comida. En una ponencia con un grupo de personas sin nociones de coctelería les planteé el ejercicio de crear un cóctel con los ingredientes que les había dado. Ponían cara de póker y decían: “¿Cómo voy a preparar un cóctel con caldo de pollo o vinagre?”. Ser creativo a la hora de pensar un nuevo cóctel consiste en eso, en cambiar el chip y abrir la mente.

“Ser creativo a la hora de pensar un nuevo cóctel consiste en cambiar el chip y abrir la mente”

¿Crees que faltan mujeres en este oficio? 

Yo erradicaría todas estas preguntas porque, personalmente, me mosquean. En nuestro campo cada vez hay más mujeres, aunque falta que se interesen aún más. En 2016, cuando gané la World Class Competition, la primera pregunta que me hacían siempre era “¿Qué sientes al ser la primera mujer ganadora de esta competición?”. La pregunta acabó por molestarme. Esa diferenciación entre mujeres y hombres es la primera barrera que debemos eliminar. 

¿Cuál es el nivel de España en coctelería?

El epicentro son Londres y Nueva York, en gran medida gracias a que sus habitantes tienen unas pautas de consumo muy singulares y un alto poder adquisitivo que les permite gastar mucho más en ocio. En España nuestro poder adquisitivo es mucho más bajo, y gastamos menos en ocio, aunque recibimos un alto volumen de visitantes que ayuda a aumentar la demanda. Nuestro nivel ha crecido muchísimo y hoy en día estamos en el top de países de referencia en cuanto a coctelería. 

¿Qué ingrediente no faltaría en un cóctel que tuviera que representar a nuestro país? 

Vino de Jerez! El mundo se vuelve loco—incluida yo—, con nuestros vinos de jerez y nosotros los despreciamos.

¿El momento ideal para tomarse un cóctel?

A todas horas: en un aperitivo, después de comer, antes y/o después de cenar… Cualquier hora es buena para tomarse un cóctel y siempre hay un cóctel ad hoc para cada momento.

¿Te ves toda la vida en el mundo haciendo esto? 

Ahora mismo estoy con el proyecto más importante, que es mi hijo y que me ocupa mucho tiempo. No quiero perderme cómo crece. Además, mi marido y yo estamos inmersos en BeSpoke Mixology Art, nuestra consultora para bares y restaurantes, así como en otros proyectos internacionales. En el futuro me veo trabajando en algo relacionado en la coctelería, pero no detrás de una barra. Es un trabajo que exige mucho. Ya he vivido ese periodo, me gusta y cada vez que puedo lo hago, pero hay que pasar página y también quiero saber gestionar otros ámbitos del sector. ¡Hay mucho que hacer más allá!