Raquel Carmona

Cocina en clave barroca

02/12/2019 · Por Beatriz Portinari
raquel carmona apertura
La fotógrafa Raquel Carmona en su estudio. © Cortesía de la artista

De formación autodidacta, Raquel Carmona ha creado un estilo inconfundible en gastrofotografía, donde cada imagen parece un bodegón de Velázquez. Un manejo extraordinario de la luz, horas de ensayo y error, y su amor por el Barroco dan como resultado fotografías culinarias de estilo pictórico que casi se pueden morder y saborear.

Cuando pensábamos que ya no podríamos ver nada nuevo en fotografía gastronómica, ni existiría una foto que nos sorprendiera después del hype del pan de pueblo a todas horas, primeros planos de platos por todas partes o batidos saludable non stop… descubrimos la innovadora gastrofotografía de Raquel Carmona (Córdoba, 1972), autora del blog Los Tragaldabas y del libro Foodie. El festín de la fotografía y el estilismo gastronómico (Editorial Anaya). ¿Cómo se puede revolucionar la fotografía culinaria y destacar en tiempos de Pinterest o Instagram?

Volviendo al pasado. Esta fotógrafa cordobesa ha creado un estilo propio gracias a su pasión por el arte. “Cuando me preguntan quiénes son mis referentes fotográficos, me cuesta decir uno. Por supuesto que sigo y me parecen interesantes blogs gastronómicos y fotógrafos culinarios, pero en realidad mis referentes son pictóricos: el único libro que conservo de mi etapa en el instituto es el de Historia del Arte. Me apasionan el Barroco y el Renacimiento, ahí encuentro la inspiración para mis fotografías”.

“Me apasionan el Barroco y el Renacimiento, ahí encuentro la inspiración para mis fotografías”

Sus imágenes recuerdan a los bodegones de Velázquez y a la pintura flamenca del siglo XVI, donde predominaban los claroscuros marcados, las naturalezas muertas, vajillas antiguas , maderas, tejidos y cestas de frutas. La fotografía gastronómica de Carmona consigue trasladarnos al pasado, a través de los ingredientes y recetas que ella misma prepara, como si fuera un viaje en el tiempo.

“Creo que la fotografía culinaria debe conseguir que el espectador quiera probar ese plato. Mi objetivo es transmitir los olores, los sabores… Pero, sobre todo, que evoque recuerdos. Mucha gente me dice “No sabes cómo me recuerda tal imagen a la casa de mi abuela, al olor cuando cocinaba”. Aunque sea un tópico lo de contar historias con imágenes, en fotografía gastronómica es muy difícil. A lo mejor hay platos que se prestan a un primer plano, pero me interesan menos, yo necesito contar una historia. Y los olores y sabores están conectados con esas historias que todos recordamos”, reflexiona la fotógrafa, que aprendió a cocinar precisamente observando a su abuela, la cocinera de su familia, a quien homenajea en su blog: “Todos mis recuerdos de infancia me llevan a la cocina. Era nuestro santuario, nuestro lugar de reunión, nuestro confesionario, el momento en que compartíamos todo mientras mi Yaya preparaba sus ricos guisos. No todo el mundo puede tener la suerte de aprender de alguien con tanta pasión como ella, por eso me siento una privilegiada y es, sin duda, una de las principales razones por las que he llegado hasta aquí”.

Del plato al blog

Con el tiempo, Raquel Carmona se especializó en el arte del bon vivant a través de la comida: potajes, bizcochos, ensaladas, aperitivos, cremas, dulces, panes… Recetas que abren el apetito con solo mirarlas. Y de su pasión por la cocina nació su intención de crear un blog gastronómico, y de ahí la necesidad de ilustrar cada receta y plato, porque los blogs culinarios que seguía eran auténticos templos de la gastrofotografía. “Cuando empecé con mi blog en 2008 no tenía ni idea de fotografía, pero seguía varios blogs internacionales, que cuidaban mucho el estilismo y la imagen. ¿Por qué no intentar hacer lo mismo? Mi marido Javier, por su trabajo y como aficionado, pudo enseñarme la técnica fotográfica desde cero: diafragma, velocidad, composición, luz natural y artificial…”, cuenta. “Nunca hice un curso de fotografía, pero sí he dedicado muchas horas, semanas, meses, a la prueba y error, leyendo blogs y libros, de forma autodidacta. “¡Todo el mundo debería leer los manuales de instrucciones de las cámaras!”. Como bien dice, la técnica es algo que antes o después se aprende, pero “lo difícil es conseguir un lenguaje y estilo propio que te identifique y te diferencie del resto”.

“A medida que voy cocinando voy pensando con qué tipo de colores, de texturas, de menaje y atrezo encajaría esa receta”

Su trabajo profesional para marcas y restaurantes lleva implícito ese lenguaje barroco. Es en el silencio de su estudio, rodeada de ingredientes, especias y naturalezas muertas, donde puede desplegar su creatividad, y aunque también ha aceptado encargos de retratos de cocineros, sigue prefiriendo la soledad del puchero. “A nivel creativo me siento más cómoda cuando preparo las recetas que voy a fotografiar. No planifico una sesión: a medida que voy cocinando voy pensando con qué tipo de colores, de texturas, de menaje y atrezo encajaría esa receta. Por eso cuando voy a montar una escena, no sé qué voy a usar, existe cierto margen de improvisación. Muchas veces he terminado un plato, he colocado todo y no funcionaba. Prueba y error son dos buenos maestros”.

Técnica y equipo fotográfico

Su equipo imprescindible está formado por dos cuerpos Canon, EOS 5D Mark III y Mark IV, y aunque tuvo su época dorada con el objetivo 50mm f/1.2, la progresiva complejidad de sus fotografías y escenarios desembocó en los objetivos 100mm, 85mm y un 35mm para los cenitales. “Mi recomendación a los fotógrafos que empiezan es que no ahorren en ópticas o cuerpos, pero que tampoco se gasten dinerales nada más empezar comprando accesorios. ¿Por qué no comenzar por probar la técnica strobist con un flash de mano? Yo empecé así y se me quedó corto después de muchas pruebas, cuando me profesionalicé y decidí invertir en dos flashes de estudio Profoto”, describe Carmona. Y añade: “Mi fotografía necesita luz artificial: así no dependo de las horas de luz natural, ni de los días nublados o soleados, o los días más cortos en invierno. La luz artificial forma parte de mi lenguaje y me permite trabajar de noche si quiero, y recrear los escenarios y el contraste casi cinematográfico que busco. Pero al final, ni la cámara, ni el objetivo ni los flashes te van a hacer la foto: si no existe en tu cabeza, no existirá en la imagen”.