Lucas Muñoz Muñoz

Sentimiento y sostenibilidad

16/01/2023 · Por Teresa Morales
La filosofía creativa de Lucas Muñoz Muñoz apuesta por un diseño sostenible y artesanal
La filosofía creativa de Lucas Muñoz Muñoz apuesta por un diseño sostenible y artesanal. © Adriaan de Man

El talento de Lucas Muñoz Muñoz pone en valor el diseño sostenible utilizando elementos recuperados de centros de reciclaje, fábricas o comercios. Una forma de reivindicar el potencial creativo y estético de materiales a los que demasiado rápido llamamos basura. El resultado son piezas, a caballo entre el arte conceptual y el diseño funcional, que redefinen la decoración al tiempo que se exhiben en museos y galerías de arte.

Ideó la icónica lámpara Volivik con bolígrafos y la silla Tubular con tubos de ventilación, se inventó el Sistema de Sonido Meteorite y rediseñó el sofá con la serie Bent Foam Metal Frame. Tras diez años viviendo en Países Bajos —se formó en la Academia de Diseño de Eindhoven—, Lucas Muñoz Muñoz (Madrid, 1983) regresó a su ciudad para embarcarse en un gran proyecto —diseñó durante 18 meses hasta el más mínimo detalle del restaurante Mo de Movimiento— y, pandemia y confinamiento mediante, decidió quedarse. Un trabajo que le valió el reconocimiento de la influyente revista de diseño y arquitectura Dezeen a diseño de interior más sostenible del año. En 2022 fue finalista del Premio MINI de Diseño en el Madrid Design Festival por su proyecto M15, que consistía en la fabricación de muebles para espacios comerciales a partir de residuos recuperados en un radio de 15 kilómetros desde el centro de la ciudad. Creativo e inquieto, actualmente está inmerso en la producción y dirección de un documental, en la creación de una colección de minilibros sobre diseño o en la remodelación de una de las instituciones culturales más emblemáticas de la capital: el Ateneo.

¿Diseñar con objetos que otros han desechado es un trabajo full time?
Es una forma de vida. Vas por la calle, te fijas en algo que hay en un contenedor y ya estás pensando en qué puedes hacer con aquello. Es un juego constante, pero hay mucho esfuerzo y trabajo detrás de cada idea. ¡Taladra tres mil agujeros o métele cuatro mil remaches a una pieza! Eso ya no es tan divertido.

¿Cuándo te planteaste por primera vez que querías diseñar con materiales recuperados?
No fue una decisión consciente. Cuando alquilé mi primer taller comencé a acumular restos y, cuantos más acumulaba, más me centraba en transformarlos. Fue una dinámica que surgió de forma natural: tengo esto a mi alrededor, pues se me ocurre que sirve para un taburete, una silla, una lámpara…

¿Lo más sostenible es tenerle cariño a un objeto?
Exacto. Cuanto más custodies un material, menos basura generas. Si tienes algo que quieres mucho, nunca lo vas a tirar. Lo vas a cuidar, a reparar y transmitirás ese aprecio a las siguientes generaciones, que también lo salvaguardarán con cariño. El valor sentimental evita que algo se termine considerando un desecho.

“Si tienes algo que quieres mucho, nunca lo vas a tirar. Lo vas a cuidar, a reparar y transmitirás ese aprecio a las siguientes generaciones”

Uno de tus diseños más sonados no fue un objeto, sino el restaurante Mo de Movimiento. ¿Qué te cautivó del proyecto?
Tener carta blanca a la hora de cuestionar los procesos, la dinámica de pensar junto a un equipo de expertos en sostenibilidad, entre otras áreas, y el hecho de ir resolviendo asuntos a medida que avanzaba el proyecto y aparecían oportunidades y necesidades. Aunque esto último fue algo que no preveí de antemano. Si llego a hacerlo no me meto en ese fregado [risas]. Venía de diseñar objetos y de algún diseño expositivo, pero nunca había afrontado un proyecto de 18 meses en el que tuviera que desarrollar la creatividad de todo.

Para el citado restaurante diseñaste sobre la marcha. ¿Habitualmente trabajas así o sabes de antemano en qué puedes convertir cada objeto y material?
Hay un poco de ambas cosas, pero este caso fue especial porque elaboramos un dogma. El primer principio era ejecutar elementos con materiales que encontráramos en el propio espacio —las sillas y las mesas están elaboradas con madera que recuperamos del edificio—. El segundo indicaba que, si no encontrábamos materiales in situ, los buscáramos de segunda mano —las lámparas son fluorescentes recuperados de centros de acopio de reciclables—. Y el tercero implicaba trabajar con artesanía y material local. Después de 20 años trabajando en esto, tengo un archivo enorme de las posibilidades de cada material y de posibles experimentos.

¿Qué te resulta más difícil a la hora de crear un buen diseño?
¡Uf! Creo que nada de lo que he hecho hasta el día de hoy se puede considerar un buen diseño. Tengo un montón de experimentos con mucho potencial.

A eso le llamo yo autocrítica…
Soy muy crítico y sigo cuestionando mi trabajo. Veo muchas preguntas por resolver en todo lo que he hecho. Además, los proyectos nunca se acaban; los entregas, pero, por muchos años que pasen, te sigues preguntando cómo podrías mejorarlos.

Pero ¿tienes un principio básico para saber si estás o no satisfecho?
Sí, que suponga una evolución respecto a lo desarrollado anteriormente. Si mi último proyecto no es mi favorito, estoy en el mal camino.

¿Disfrutas más diseñando arte conceptual o elementos más funcionales?
Con los diseños más lúdicos aligero la presión creativa y eso me permite meterme luego en proyectos más sesudos, que demandan más a nivel de rigor y consistencia. Así que disfruto con ambos, son complementarios.

“Mi abuelo decía que el talento es la capacidad para gestionar tus dones. En mi caso, llevo 20 años haciéndolo”

¿Cuánto hay de talento en tu éxito?
Mi abuelo decía que el talento es la capacidad para gestionar tus dones. En mi caso, llevo 20 años haciéndolo. Mi obra comenzó de una manera muy intuitiva, trabajando con elementos que tenía alrededor por falta de recursos. Ha sido divertido y también ha supuesto mucho trabajo, exprimiéndome la cabeza para sacar diseños que me convencieran. Luego, llámalo suerte si quieres, esas ideas y piezas han acabado encajando con las tendencias del momento sin que yo tuviera esa intención.

Tras estos 20 años, ¿de qué te sientes más orgulloso?
De haber seguido trabajando cuando quise tirar la toalla y ver que ahora todo está funcionando, porque he tenido épocas de muchas dudas y hasta de destruir porfolios. Sin embargo, en esos momentos me di cuenta de que no podía volver atrás y que tenía que seguir avanzando. Ahora veo que todo ha tenido sentido.

Y, ahora, miremos al futuro: ¿te has marcado alguna meta?
No, la meta es mirar atrás cuando tenga 80 años y ver la evolución. Me encantaría tener una oportunidad en la Bienal de Venecia, ¡claro!, pero es algo que si tiene que llegar llegará, no lo estoy buscando estratégicamente.