Izaskun Chinchilla

Transformar desde el género

30/01/2020 · Por Rocío Navarro
izaskun chinchilla la nube
La arquitecta Izaskun Chinchilla en La Nube, las oficinas de Red.es, proyectadas por su estudio. © Cortesía de Izaskun Chinchilla Arquitects

Repensar el papel del arquitecto contemporáneo o poner en valor la figura femenina son enfoques palpables en el trabajo de Izaskun Chinchilla, una de las voces protagonistas de la última edición de Madrid Design Festival. Su modo de ejercer la profesión pone el foco en el material más importante de la construcción: la gente que la habita.  

Supo identificar la importancia de la sostenibilidad en la arquitectura mucho antes de que marcase ninguna agenda política. Pero saber leer el papel que tomaría la ecología es solo una de las habilidades de Izaskun Chinchilla (Madrid 1975). “Desde que acabé la carrera, tenía muy claro que había una brecha entre lo que demandaba la sociedad y lo que las escuelas de arquitectura y los arquitectos estaban ofreciendo”, explica. Avalada por premios que la acompañan desde la Universidad, hoy es una de las pocas catedráticas con las que cuenta la profesión. Por ello, reivindicar una forma de ejercer femenina en un sector todavía dirigido por hombres forma parte de su manifiesto. Según nos cuenta: “La conciencia de género es un sistema esencial de empoderamiento”.

Eres una de las pocas arquitectas españolas que cuentan con su propio estudio, ¿cómo lo has conseguido?

Desde que acabé la carrera, incluso durante la formación, identifiqué que no redundaría en una estrategia similar a la que la arquitectura española había utilizado en los últimos años y décadas. Mi sensación era que, dentro de ese oficialismo español, la cultura femenina no estaba representada. Entonces, decidí proponer aquello que la cultura oficial no cubría. Los profesores de Harvard W. Chan Kim y Renée Mauborgne lo explican muy bien a través de lo que ellos llaman la Estrategia del Océano Azul. Lo que cuentan es que en la actividad profesional se crean océanos rojos, formas de ejercicio donde hay mucha competencia, como ocurre en la arquitectura. En estas situaciones suele ser muy bueno descubrir el océano azul, aquellas cosas que la oficialidad no lleva a cabo. Por eso, el sello femenino es tan reconocible en nuestro estudio, e incluso una ventaja por la que hemos “peleado”.

Muchos de tus proyectos se basan en tradiciones ejercidas por mujeres como el bordado, la acuarela o la cocina. ¿Has sabido ver lo extraordinario de estas labores?

Aparte de las investigaciones que hacemos para cada proyecto, hay líneas que van de uno a otro y forman parte de una estrategia a medio y largo plazo, a través de la cual tratamos aspectos importantes que la arquitectura tendría que abordar. El legado o patrimonio femenino es una de ellas; hay un punto de vista muy masculino. Intentamos pensar que ha sido el criterio de selección patrimonial lo que ha considerado irrelevantes a las mujeres. Para nosotras la forma de ponerlas en valor es reconociendo aquellos oficios o manufacturas realizados tradicionalmente por ellas. Por ejemplo, nos gusta pensar que los bordados tienen el mismo interés que la historia de la pintura; solo necesitan una buena historiografía y museización. En museos tan relevantes como el Victoria & Albert, esas prácticas tienen un peso y una presencia distintas.

Además del acento femenino, ¿cuáles son los códigos que definen vuestro estudio?

En algún momento hemos utilizado un lema: Low badget, thinking, fresh making (Presupuesto bajo, reflexión y una forma de hacer novedosa). Adoptamos esta manera de trabajar en la época de crisis, un momento en el que conseguimos despegar, en comparación con la media de estudios españoles que se encontraban en un momento de parón.

Los grandes presupuestos van asociados a estudios de arquitectura de éxito, sin embargo, tú has optado por la vía contraria. ¿A qué se debe?

Cuando nuestros maestros de arquitectura ejercían, había uno por cada 10.000 o 20.000 habitantes. Ahora somos uno por cada 900 habitantes. Hemos pasado de ser una profesión escasa, cualificada, asociada a las redes de poder administrativas y públicas, a tener un medio de vida vinculado al ciudadano medio. Y lo que caracteriza a estas personas es que cambian, evolucionan y son complejas. Por ello, nos necesitan, pero para trabajos como pequeñas reformas de viviendas o instalaciones de su barrio. Evidentemente también tenemos la aspiración de que nuestros proyectos tengan una trascendencia urbana y eso requiere habitualmente de una inversión, muchas veces pública, de mayor entidad y duración en el tiempo. Pretendemos que esa horquilla sea la que nos defina.

¿Qué es eso del fresh making?

Antes de la crisis, en la arquitectura española existía la noción de que el arquitecto trabajaba desde un purismo estilístico, como si se tuviese que reconocer la mano de quien lo había hecho. Sin embargo, nuestra generación y las posteriores van a habitar un entorno europeo donde las grandes infraestructuras están completamente satisfechas, construidas y en buen estado. Ahora el arquitecto hereda en gran porcentaje lo que existe y su papel es intensificarlo, cambiar su uso y adaptarlo. Por eso hablamos del fresh making. En lugar de buscar un estilo propio y reconocible, pretendemos que lo que existe vuelva a ser atractivo, tener intensidad y se acondicione a nuevos usos.

Formas parte de una generación de arquitectos que afronta su trabajo desde otro paradigma. ¿Cuáles son sus fundamentos?

Nuestra generación ha comprendido que lo importante no es el edificio como objeto, sino las oportunidades de uso que la arquitectura ofrece a los ciudadanos. También, las experiencias que desarrollan en el espacio, edificio o ciudad. La atención se ha desviado al sujeto, ese es nuestro gran proyecto. Debe ser una arquitectura inclusiva en muchos sentidos y que responda al reto ecológico. También hemos reconocido su valor político.

Como bien comentas, la sostenibilidad y la ecología son una parte muy importante de tu discurso, ¿crees que son el futuro de la arquitectura?

Considero que es la parte más importante de mi trabajo. Identifiqué muy pronto la revolución que la ecología supondría en la arquitectura. De hecho, mi tesis doctoral versó sobre eso. Es el presente de la arquitectura y se convertirá en un punto de paso obligado en cualquier proyecto. A nadie se le ocurre que hoy un arquitecto desarrolle una estructura inestable, pues igual de importante será la sostenibilidad en el futuro inmediato. Ahora estamos dando respuesta a una emergencia climática que, en diez años, habrá sufrido una evolución. Por el momento, existen muy pocas ciudades en las que las zonas de bajas emisiones se hayan llevado a cabo. Cuando suceda, aparecerán otros problemas a los que nos tendremos que adaptar.

¿Provocará la emergencia climática una readaptación en la forma de vivir las urbes?

Ahora las urbes están pensadas desde un paradigma productivo dependiente del combustible fósil. Ir en coche privado al trabajo, colocar la oficina muy lejos de la casa o hacer barrios dormitorio son cosas que tienen que desaparecer. La tendencia serán los barrios más híbridos, en los que caminando unos minutos o en bici lo tengas todo.

¿Cuáles son los grandes retos a los que se enfrentan las ciudades?

En primer lugar, adaptarse de forma flexible, sin cambiar los edificios. En la mayoría de los núcleos urbanos los hospitales, los puentes, las comisarías y los colegios están construidos. Lo que ocurre es que la forma en la que enseñamos, juzgamos o curamos se transforman prácticamente cada diez años. Piensa en la docencia, la huella que ha dejado la digitalización o las metodologías más libres, esto puede llegar a tener un impacto gigante en las escuelas. Es decir, tenemos el colegio, pero dependiendo de las nociones sociológicas y culturales a las que lleguemos en cada momento, puede que esos edificios no nos resulten del todo útiles. El reto que se plantea es transformar los edificios para los desafíos ecológicos o la digitalización, sin tener que destruirlos.