Rodrigo Conde

Contra viento y marea

02/10/2023 · Por Roberto C. Rascón
Rodrigo Conde, deportista del Equipo Iberia Talento a bordo
Rodrigo Conde, deportista del Equipo Iberia Talento a bordo.

La renuncia a los Juegos de Tokio cambió la vida de Rodrigo Conde. Y, a pesar de lo arriesgado de la decisión, lo hizo a mejor. Ahora, tras dejar atrás una categoría —la de peso ligero— que le obligaba a llevar su cuerpo al límite, aspira a subirse al podio en París junto a su compañero Aleix García. Pese a finalizar quintos en el reciente Mundial de Belgrado, el remero se muestra confiado: “Sé que podemos hacerlo”.

¿Qué puede impulsar a un deportista a renunciar a su mayor sueño: participar en unos Juegos? Rodrigo Conde (Moaña, 1997) puede responder a esa pregunta porque el 26 de febrero de 2021 anunció que no acudiría a Tokio pese a tener la plaza. “El estrés y la ansiedad eran insoportables”, aseguró en un vídeo publicado en redes. La decisión fue muy difícil, pero a día de hoy la reivindica como “la mejor que he tomado en mi vida”. Y es que el tiempo le dio la razón: en 2022, junto a su compañero Aleix García, se proclamó subcampeón del mundo en la categoría doble scull. Este verano, en el Mundial de Belgrado, la pareja tuvo que conformarse con un quinto puesto, pero el objetivo en París, asegura el remero, continúa siendo el mismo: la medalla. Desde Sevilla, una ciudad a la que llegó siendo un chaval —“no tener el mar cerca fue horrible”, rememora— y que, con el tiempo, se ha convertido en su segunda casa, nos atiende.

Echemos la vista atrás, ¿cómo entra el remo en tu vida?
Siempre fui un culo inquieto y practicaba muchos deportes: fútbol, tenis, baloncesto… Hasta que un día, un amigo del colegio, Lois —al que siempre daré las gracias—, me propuso ir a hacer remo. Yo ni sabía lo que era. Desde el primer día me enganchó, los entrenadores lo hacían muy bien porque lo planteaban como un juego y lo pasábamos genial. Tenía ocho años. Hice amigos y enseguida me empezó a picar el gusanillo de la competición.

¿Y aquel rapaz [chaval en gallego] de Moaña se imaginó alguna vez entre los mejores remeros de España?
No, pero en mi primera competición ya fui campeón gallego alevín. Años después, tras ser campeones de España de bateles, nuestro entrenador nos llevó al Naútico de Vigo a probar el banco móvil [la embarcación posee un asiento sobre ruedas que permite usar las piernas para su propulsión]. El entrenador de allí, que había dirigido a la selección nacional, me vio y me dijo: “Tienes que hacer lo que sea para combinar el banco fijo y el banco móvil”. Para mí fue una revelación. Mis padres hablaron con él y así fue cómo empecé a entrenar también el banco móvil. Finalmente, tuve que tomar una decisión complicada, la de abandonar mi club de siempre para dedicarme plenamente al banco móvil. El primer año que competí en doble scull fuimos campeones de España y así me fui ganando un hueco en el equipo nacional.

“A París vamos con la idea de conseguir una medalla. Yo soy optimista y realista al mismo tiempo, sé que podemos hacerlo”

¿Dirías que ha sido el talento lo que te ha hecho llegar tan lejos?
No creo que haya sido solo el talento. Hay mucha gente que dice que soy puro talento y casi me da rabia porque en mis inicios no destacaba para nada. Lo empecé a hacer cuando comencé a picarme con mis compañeros, yo entrenaba más y más fuerte que ellos porque no me gustaba perder ni a las canicas. Empecé a apretar, apretar y apretar, y pegué un cambio a nivel físico y mental.

Hablando de talento, ¿qué significado tiene para ti?
Para mí el talento es una consecuencia del esfuerzo a lo largo de tiempo. Es verdad que yo, por mucho que entrenara, nunca correría los 100 metros en menos de diez segundos. Hay gente que tiene una mejor predisposición genética para según qué deportes, pero, aún teniéndola, es el trabajo año a año lo que hace explotar el talento. Y te enamoras del proceso, lo que te ayuda a exprimirte cada día.

En el reciente Mundial de Belgrado, Aleix y tú os asegurasteis una plaza para los Juegos de París. A un año vista, ¿cuáles son vuestras expectativas?
En este Mundial, pese a las lesiones de los últimos meses, íbamos con el objetivo de repetir la plata del año pasado, pero la competición te pone en tu lugar. Hay un bote holandés que está por encima de los demás, pero la plata y el bronce están cerca, y es una distancia que podemos recortar. En la final no nos encontramos al 100% y no sabemos por qué, se nos hizo un poco larga. Son cuestiones que tenemos que analizar y mejorar de cara a los Juegos, pero a París vamos con la idea de conseguir una medalla. Yo soy optimista y realista al mismo tiempo, sé que podemos hacerlo.

Siempre destacas la gran relación que mantienes con Aleix. ¿Cuánta importancia tiene esa conexión?
Para mí supone el 50%, el otro 50% sería el trabajo. En un bote como el doble scull esa conexión es superimportante porque nos tenemos que compenetrar muy bien, ser un bloque perfecto. En la final de Belgrado, por ejemplo, no logramos esa conexión y nos pasó factura en el último kilómetro. Mi relación con Aleix también es buenísima fuera del bote, de hecho, nos vamos ahora juntos de vacaciones a México.

“Creo que hay muchos deportistas que se quedan por el camino porque no saben gestionar todas las emociones que genera el deporte de alto nivel”

En 2021 renunciaste a participar en los Juegos de Tokio, ¿fue la decisión más dura de tu vida?
Sí, sin duda. En 2020 estábamos en un gran momento —con el bote volando y el peso supercontrolado—, pero llegó la COVID y nos encerraron en casa, donde seguimos entrenando como animales. Por esa época fallecieron mi tío y mi abuela y no pude acompañarles porque estaba en Cataluña preparando los Juegos. Cuando me comunicaron que se retrasaban un año, sufrí un bajón enorme que me hizo replantearme muchas cosas. Iba a ser mi último año en peso ligero, pero esto me obligaba a posponer la decisión; además, la federación se puso muy estricta con el tema del peso. Fueron un cúmulo de circunstancias adversas y llegó un momento en el que dije: “No puedo más. Se acabó”. Un día me hice unas pruebas que me dieron un 7% de grasa y, aún así, seguía nueve kilos por encima del peso de competición. Ya no disfrutaba y eso me impulsó a tomar la decisión.

Paradójicamente, esa renuncia supuso una liberación para ti. Con el tiempo, ¿te reafirmas en que fue la decisión correcta?
Cuando publiqué el vídeo en redes anunciando mi decisión de no ir a Tokio me quité un peso de encima, la angustia que tenía en el pecho se desvaneció. A partir de ahí volví a disfrutar del remo otra vez. Claro que me duele no haber ido, pero no me arrepiento. Lo que tendría que haber hecho para llegar allí —sudar, deshidratarme, no comer, no beber— no me compensaba. Fue una decisión dura, pero también ha sido la mejor que he tomado en mi vida. Además, es la que me ha permitido estar aquí ahora. El primer año en la nueva categoría fuimos subcampeones del mundo, algo inesperado.

La exigencia por cumplir con el peso te llevó al límite físicamente, pero también psicológicamente. ¿Hasta qué punto es importante la salud mental en el deporte?
La salud mental en el deporte lo es todo porque, si no te acompaña, es imposible alcanzar el nivel que se nos exige para ser los mejores. Creo que hay muchos deportistas que se quedan por el camino porque no saben gestionar todas las emociones que genera el deporte de alto nivel. Muchas veces es más importante la cabeza que el físico. Hay días que te levantas de la cama destrozado físicamente y es la cabeza la que te empuja a seguir adelante, a ir a entrenar y dar lo mejor de ti.