David Serrano

El rey del musical se pone ‘serio’

28/12/2021 · Por Rafa Cervera
David Serrano
David Serrano en una imagen promocional de su última obra, ‘El hombre almohada’. © Javier Naval

El éxito le ha sonreído desde el principio de su carrera —'El otro lado de la cama' en 2002 y 'Días de fútbol' en 2003 le convirtieron en uno de los creadores más taquilleros—, pero eso no evitó que David Serrano siguiera abordando retos artísticos cada vez más complejos y ambiciosos. En su último trabajo, el gran revitalizador del teatro musical en España ('Hoy no me puedo levantar', 'Grease' o 'Billy Elliot'), cambia de tercio y adapta un libreto de Martin McDonagh ('El hombre almohada') alejado de sus géneros fetiche.

La irrupción de David Serrano (Madrid, 1975) en el mundo del cine fue a lo grande: como guionista en El otro lado de la cama, cuya acogida Serrano aún recuerda. “Estaba en el Festival de Málaga —comenta— y Emilio Martínez Lázaro me dijo: disfrútalo porque esto no pasa casi nunca”. Pero lo que pasó a continuación fue que Días de fútbol, su debut como director, se convirtió en la ópera prima más taquillera del cine español.

Luego llegaría el flechazo con el teatro, una pasión que le llevó a firmar libretos de musicales como Hoy no me puedo levantar o Más de cien mentiras que, desde la Gran Vía de Madrid, le confirieron al género un brillo renovador. Con El hombre almohada, en este caso un drama, ha conseguido una vez más alcanzar el éxito de público, y para 2022 tiene previsto el estreno de una película musical basada en canciones de los Hombres G (Voy a pasármelo bien) y una nueva obra musical interpretada por niños (Matilda).

¿Por qué elegiste adaptar una obra distópica como El hombre almohada, tan alejada de lo que venías haciendo?
Para mí es uno de los mejores textos que se han escrito en los últimos 25 años, diferente a todo lo que estamos acostumbrados a ver —mezcla diversos estilos y tonos, y tiene unos personajes fascinantes—. Es la historia de una autora que es detenida porque sus cuentos narran una serie de desapariciones de niños que también han sucedido en la realidad. Originalmente ese personaje era masculino, pero el autor, Martin McDonagh, nos dio permiso para que fuera femenino. Me pareció más interesante así, porque en la función es muy importante la relación que la escritora mantiene con su hermano pequeño e iba a ser más especial si ella era mujer, más emocionante, más maternal.

“Mi obsesión siempre fue el cine, el azar fue lo que me llevó a trabajar en teatro”

El papel protagónico es para Belén Cuesta, que se ha convertido en una actriz fundamental para ti.
Yo trabajo generalmente bien con todos los actores y lo que me pasa con Belén es que me deja absolutamente boquiabierto con su talento. Puede que haya una química especial, pero no creo que se dé solamente conmigo, a cualquier director que trabaja con ella le ocurre lo mismo. Entre otras cosas, porque tiene la misma facilidad para el drama que para la comedia y eso es algo que está al alcance de muy poquitos. Estamos ante una de las grandes actrices de este país y va a ser muy importante para nuestro cine y nuestro teatro.

¿Cómo eliges los textos a la hora de hacer teatro?
Busco obras que estén alejadas de mi universo y que me enganchen desde la primera lectura. La primera impresión que tengo al leerla es la que vale porque esa es la que va a tener el espectador —intento ponerme en su piel cuando se acomoda en la butaca—. Si la lectura no me engancha de primeras, nunca le doy otra oportunidad.

¿Es una cuestión de instinto?
Siempre han sido corazonadas, un primer impulso por el que me guío. Pero también busco obras que me permitan adentrarme en nuevos terrenos, nuevos desarrollos o nuevas puestas en escena, algo que no haya trabajado hasta ese momento. En el campo audiovisual siempre me ofrecen comedias, pero en el teatro intento encontrar proyectos alejados de eso. Busco dramas, cosas distintas a las que yo podría escribir. Además, no tengo el talento para escribir las obras que dirijo, no tengo ese mundo en la cabeza que puedan tener Martin McDonagh o Keith Huff cuando escribió Lluvia constante.

¿Cuál dirías que es tu principal talento?
Creo que manejo bien a los equipos con los que trabajo y me entiendo muy bien con los actores.

“Estamos creando una cantera muy importante para el futuro del teatro musical en España”

Tu labor en el teatro musical en España ha sido decisiva, ¿cuál es tu objetivo al abordar este tipo de proyectos?
Desde el principio intenté que las cosas se hicieran de otra manera, a nivel interpretativo sobre todo. Eso es lo que defiendo: dignificar el teatro musical y hacerlo en serio. A partir de los años 80 y 90 hubo una evolución muy grande en el teatro español, un cambio realmente profundo que no afectó al musical. Este se seguía haciendo de una manera más antigua, recitando el texto más que diciéndolo de verdad, casi haciendo pantomima.

Se diría que este es el campo en el que más disfrutas.
Si tuviera que elegir una disciplina para trabajar exclusivamente, sería el teatro musical. Es algo que me exige mucho esfuerzo, pero es lo que más me gusta hacer. Y cuando me encargaron Billy Elliot también descubrí que trabajar con niños me encantaba, me abrió las puertas a experimentar y a trabajar de otra manera, siendo casi un profesor. Después hice Grease, que está ahora en cartel, y el año que viene estrenaremos el musical de Matilda con niños todavía más pequeños, de nueve y diez años. Creo que estamos creando una cantera muy importante para el futuro del teatro musical en España.

¿En qué momento te das cuenta de que, además de cine, quieres hacer teatro?
Es curioso porque claramente mi carrera teatral es más interesante que la cinematográfica. Pero yo de pequeño fui un gran cinéfilo, tenía seis o siete años y no paraba de ver películas, y con once o doce empecé a leer revistas de cine. Mi obsesión siempre fue el cine, el azar fue lo que me llevó a trabajar en teatro.

¿Cómo tuvo lugar ese descubrimiento?
Cuando empezaba a hacer cortos conocí a gente de la compañía Animalario, que representaba su primera función —Ernesto Alterio, Alberto Sanjuán, Guillermo Toledo y Nathalie Poza aún eran estudiantes de Cristina Rota—. Entonces dije: “Guau, quiero trabajar con esta gente y quiero hacer esto”. Le pedí al director de la compañía, Andrés Lima, que me dejara trabajar como ayudante de dirección y poco a poco me fui metiendo ahí. Y al musical llegué porque había escrito El otro lado de la cama y empezaron a encargarme musicales, dado que era el único que por entonces había hecho algo en esa línea.

“Me he planteado varias veces usar el esquema de ‘El otro lado de la cama’ desde una perspectiva dramática”

¿Qué género no has tocado aún y te gustaría trabajar?
Muchos, pero lo que más me gustaría hacer en el futuro es escribir un thriller político, algo basado en hechos reales. O también hacer una historia dramática alrededor de una relación de pareja. De hecho, me he planteado varias veces usar el esquema de El otro lado de la cama, las mismas secuencias —esas infidelidades entre dos parejas de amigos—, desde una perspectiva dramática, pero al final nunca lo hago. Podría ser un buen experimento.

¿Cómo está afectando la crisis sanitaria al teatro?
Cada vez que hay crisis, productores, exhibidores y programadores tienen más miedo y se deja de apostar por cosas un poco distintas, se arriesga menos. De repente, te encuentras con que te dicen: “Ahora solamente quiero programar comedia porque la gente quiere ver comedia”. Pero con El hombre almohada hemos llenado todos los días los Teatros del Canal, lo cual demuestra que eso tampoco es verdad.