Tomatito

“El flamenco se debería aprender desde la infancia”

09/09/2019 · Por Rosa Alvares
Tomatito concierto aranjuez
Tomatito celebra medio lustro sobre los escenarios con un álbum sinfónico donde revisita la obra cumbre del compositor Joaquín Rodrigo. © Cortesía de Universal Music

Considerado el mejor guitarrista flamenco del planeta, Tomatito se toma los halagos con absoluta humildad. Porque, detrás de su talento, se esconden muchas horas de trabajo. Buena prueba de ello es su inminente disco 'El concierto de Aranjuez', que el almeriense ya ha llevado a escenarios de media España. Un trabajo con el que demuestra que los flamencos también saben ponerse clásicos.  

De pequeño se construía algo parecido a una guitarrilla de cartón con filamentos de bombillas que servían de cuerdas. Y perseguía a su madre por toda la casa, convirtiéndola en espectadora obligada de unos “conciertos” que a ella le levantaban dolor de cabeza. Ha pasado medio siglo de aquello, pero José Fernández Torres, Tomatito (Almería, 1958), sigue disfrutando cada vez que tiene entre sus brazos una guitarra. Lo que empezó siendo un juego se convirtió no solo en un medio de vida y de expresión, sino también en puro arte. Revolucionó el flamenco junto a Camarón, a quien acompañó durante 20 años. Ahora viaja por el mundo mostrando una música que, según proclama, es y será siempre marca España. A De verdad, su reciente trabajo discográfico con el cantaor José Mercé, añade un álbum sinfónico que verá la luz en los próximos días, El concierto de Aranjuez. Nos lo cuenta lleno de entusiasmo en el festival Flamenco On Fire, en Pamplona, donde se presenta junto a Mercé en un concierto en el que también participa su hijo, José del Tomate. La saga continúa.

Tras la muerte de Camarón, nunca quisiste grabar un disco con otro cantaor. Hasta que llegó José Mercé.
Toqué con Camarón 20 años, así que después de él, tenía la sensación de que mi misión con los cantaores estaba cumplida. Mercé y yo tenemos muchos amigos en común que siempre nos preguntaban por qué no hacíamos un disco juntos. ¡Y aquí está! Como solistas, él tiene su mundo y yo el mío, pero nos hemos divertido mucho grabándolo. Hemos recordado viejos tiempos, haciendo palos como soleás y seguiriyas con voz y guitarra, nada más. Estoy encantado con este proyecto.

Eres el mejor guitarrista flamenco del planeta, pero cuando acompañas al cante, te pones al servicio del cantaor.
Acompasarte con alguien te hace ser tolerante: el cantaor te marca el ritmo, eres su lacayo. Los guitarristas somos la alfombra de todo el flamenco: de quien canta, de quien baila… Ellos no tienen que saber tocar la guitarra, pero nosotros sí tenemos que saber cantar y bailar con la mente para acompañarlos.

A finales de los años setenta, Camarón y tú revolucionasteis la tradición con La leyenda del tiempo, un disco que no todo el mundo entendió, empezando por los propios flamencos… Para innovar, ¿hay que conocer las raíces?
Desde luego, a los puristas no les cayó nada bien (risas). Si Camarón hizo aquello fue porque conocía todos los cantes y los bordaba todos. Lo mismo ocurría con Enrique Morente cuando hizo Omega, disco en el que yo también participé. Para recrear lo ya creado, tienes que saber de dónde vienes. No puedes empezar la casa por el tejado porque, al final, se cae. Lo que está bien hecho, aunque no sea espectacular, es lo que permanece.

En De verdad recuperáis palos tradicionales. También aquellos años setenta, cuando llegasteis a la capital. ¿Cómo recuerdas esa época?
Llegué a Madrid con casi 15 años. Y coincidí con los que, después, serían grandes figuras de mi generación. Me iba al tablao Las Brujas y veía a Manolo Sanlúcar y a Terremoto de Jerez en el cuadro; me pasaba por el Café de Chinitas y allí estaba Enrique Morente; entraba a Los Canasteros y actuaba Dolores de Córdoba… Entré a trabajar en Torres Bermejas (donde antes que yo había estado Camarón, acompañado por Paco Cepero) y le tocaba a Manuela Carrasco, que era una niña, y a Pansequito del Puerto, que era muy joven también. Aquello era una escuela para los más jóvenes. Fueron años de oro para el flamenco.

Ambos sois dos grandes, y aprendisteis de otros tan grandes como vosotros, sin embargo, siempre habéis recibido con buen talante a las nuevas generaciones.
¡Por qué no! Yo he tenido buenísimos maestros: Camarón y Paco de Lucía. Ellos nunca dijeron: “Esto se tiene que hacer como lo hago yo”. Hay que dar oportunidad a los cambios para saber dónde llevan. El flamenco es sabio y hay cosas nuevas que se acaban haciendo grandes, que permanecen como parte de él. Es una música que está en continuo movimiento, que no es estática. Yo he grabado El concierto de Aranjuez y ahí sí que no puedes hacer otra cosa, porque todo está pautado. Y así debe ser porque si no parece que le estás faltando el respeto a alguien. Pero el flamenco es una música de improvisación, del momento, de emoción.

"Por muchas cosas que aprenda en la vida, nunca voy a dejar de ser flamenco. Para eso, me tendrían que dejar sin sangre."

Los flamencos conseguís que parezca fácil lo que los demás sabemos que es dificilísimo hacer.
Claro que no es fácil. Sobre todo porque no sabes lo que vas a hacer. Es cierto que tienes una estructura, sabes por dónde debes empezar, por dónde vas a terminar, pero lo de en medio lo pones tú. Ni siquiera cuando interpreto algo que yo mismo he creado va a ser igual siempre, cada día la música será distinta. Depende también del estado anímico.

¿Crees que las nuevas generaciones lo tienen hoy más fácil que cuando empezasteis vosotros en esto?
Desde mi edad, pienso en la suerte que he tenido de nacer entre dos épocas: la de los mayores, como Mairena o Caracol, y la de Camarón y Paco de Lucía, que eran lo nuevo. Los jóvenes son el futuro de la música flamenca: algunos perdurarán; otros, no. Muchos serán los llamados y pocos los elegidos. Pero la juventud es la que siempre lo mantiene todo. Y yo estoy encantado con todos lo que están saliendo hoy.

Los flamencos cuelgan el sold out en todos los lugares del planeta donde actúan, poseen un lugar privilegiado en los grandes templos de la llamada música culta, y sin embargo, en nuestro país a menudo, parece que el género no recibe toda la atención que merece.
Es una cuestión de cultura musical. El flamenco, así como otros estilos –clásica, jazz, rock–, es algo que deberíamos aprender desde la infancia. Las administraciones educativas –como ocurre en otros países– tendrían que exigir una asignatura dedicada a la música. Es importante que le den el valor que tiene porque, desde que naces hasta que mueres, tienes que vivir con ella. De lo contrario, la vida sería muy aburrida.

¿Y qué pensaría del maestro Tomatito aquel niño que volvía loca a su madre tocando una guitarra de cartón?
Me emociono al recordarlo. Que me diera por la guitarra es lo mejor que me pudo pasar. Aquel niño piensa que, de mayor, se ha portado bien, que se ha preocupado por lo que hace… Cuando empecé, la gente me llamaba bruto porque venía de Almería o porque había estado siempre entre los caballos de mi abuelo. Pero que nadie se equivoque: ¡también aprendí a hablar inglés! Y por muchas cosas que aprenda en la vida, nunca voy a dejar de ser flamenco. Porque, para eso, me tendrían que dejar sin sangre. Ahora bien, el tópico ese de nacer con un don no te da la capacidad y la potestad para decir que eres un genio. Lo que hay que hacer es estudiar, ser serio y responsable. Si llegas o no, es otra cosa, pero al menos lo has intentado y trabajado duro. Y a los trabajadores se les valora y siempre tienen su recompensa.