Rubén Olmo

“Tener ego está muy bien, pero hay que saber gestionarlo”

18/12/2019 · Por Rosa Alvares
Rubén Olmo, director del Ballet Nacional de España
Rubén Olmo, al timón del Ballet Nacional. @ James Rajotte / Cortesía del BNE

Comenzó a bailar cuando era solo un niño. Y, aunque el camino no ha sido fácil, Rubén Olmo puede presumir de haber logrado llegar a lo más alto. Hoy dirige el Ballet Nacional de España.

Se crió en barrios sevillanos tan humildes —y con tanto arte— como las Tres Mil Viviendas y el Cerro del Águila. Y, mientras sus amigos soñaban con ser grandes del fútbol, él prefería echar a volar su fantasía imaginando que bailaba sobre un escenario. Rubén Olmo (Sevilla, 1980) es un corredor de fondo que ha peleado por la danza hasta extremos insospechados. Porque detrás de su aspecto estético hay mucho trabajo y también mucho sufrimiento. Cuando su antecesor, Antonio Najarro, supo que tomaría su relevo al frente del Ballet Nacional de España (BNE), no tardó en mostrar su entusiasmo al verse sucedido por alguien “tan involucrado, sencillo y trabajador” como él. No cabe duda: la danza española está en buenas manos.

Han pasado tres meses desde que se hizo efectivo tu nombramiento como director del Ballet Nacional de España. ¿Cuál es tu balance?

Hemos entrado con mucha fuerza, también muy bien acogidos por todos los departamentos de esta casa, bailarines y técnicos. Estamos en un momento muy especial, al principio de una etapa, y era necesario que todos ellos comprendieran cómo quería trabajar. Ahora estamos configurando los nuevos programas.

Conocías bien esta casa porque habías formado parte de la compañía hasta 2002. ¿Qué hizo que un bailarín y coreógrafo como tú presentara un proyecto para dirigirla?

Ha sido un paso natural. Cuando salí del BNE fue para crear mis propios montajes y expresarme como yo quería con mi compañía propia. Años después, decidí presentar un proyecto para el Ballet Flamenco de Andalucía, que acabé dirigiendo. Me veía con la edad, la fuerza y la madurez artística suficientes para estar al frente de una institución como esta.

Pero aún puedes continuar tu carrera como intérprete. ¿Seguirás bailando?

En los últimos años, a pesar de hacer las coreografías de mi compañía y realizar una labor pedagógica con los alumnos del Centro Andaluz de Danza, he seguido sobre el escenario, aunque en momentos puntuales. Es un paso lógico y lo llevo muy bien. Dentro del Ballet Nacional de España tendré mi espacio como bailarín, porque desarrollaré mis solos e interpretaré algunos personajes; sin embargo, quienes tendrán mayor protagonismo serán los bailarines de la compañía.

¿Cómo se gestiona el talento de tantas personas sobre el escenario en una compañía de danza?

Tener ego está muy bien porque somos bailarines que queremos crecer día a día, pero también es cierto que se tiene que saber gestionar. Cuando los bailarines ven que el propio director tiene bajo control esa personalidad artística, que nunca pasa las barreras del respeto y que los dirige de manera natural, al final, todo se equilibra.

¿Qué impronta te propones dejar en el Ballet Nacional de España en estos cinco años que tienes por delante?

Siempre he dicho que todos los directores aportan algo valioso, aunque sean personalidades muy diferentes. Me gustaría que, conmigo al frente, el BNE lograra que sus bailarines, con nombres y apellidos, fueran reconocidos internacionalmente, porque la propia compañía ya lo es. Mostrar grandes profesionales de la danza desde el cuerpo de baile o encontrar coreógrafos nuevos, además de reponer nuestro repertorio y crear coreografías inéditas.

¿Crees que el baile español cuenta con el suficiente reconocimiento?

El BNE es un ballet único en el mundo, ya que es el único en que los bailarines bailan danza clásica a diario, hacen flamenco, folclore, danza estilizada y escuela bolera. Todo esto los convierte en los mejor preparados del mundo, además de en músicos, gracias a las castañuelas y a la percusión que originan sus propios pies.

¿Seguís sintiendo que la danza es la más olvidada de las artes escénicas?

Tenemos asumido que es la más “pobrecita”. Pero, poco a poco, nos vamos poniendo en nuestro sitio y cambiando la situación. El público llena los teatros y cada vez se pide más danza, no solo por parte de los espectadores, sino también de las compañías, que desean incluirla en sus espectáculos. Afortunadamente, la danza está en todas partes.

¿Piensas que se necesita conectar la danza española con la sociedad y ganar nuevos públicos?

¡Por supuesto! Y mi antecesor ya lo hizo espléndidamente de forma natural, incorporando la compañía a nuevas vías de difusión, como las redes sociales, que permitieron la entrada a un público más joven, sobre todo cuando hacemos nuestras temporadas en el Teatro de la Zarzuela. Esta seguirá siendo una de mis prioridades, por ello continuaremos impartiendo master classes en los conservatorios, abriendo los ensayos generales a las escuelas, dando conferencias…

Cada vez se pide más danza, no solo por parte de los espectadores, sino también de las compañías. Afortunadamente, la danza está en todas partes

También apuestas por recuperar a las grandes figuras de la danza española pasadas y presentes.

Siempre lo he tenido muy claro: no solo debemos recuperar el repertorio histórico de nuestro ballet, sino también aquellas coreografías que son historia de la danza. Vamos a programar un homenaje al maestro Mario Maya y, en 2021, celebraremos el centenario de Antonio Ruiz, a quien la compañía volverá a rendir homenaje con un nuevo programa.

¿Y cómo lleva las críticas? Está claro que no se puede gustar a todos…

En las artes eso es imposible. Así que, desde el respeto, las críticas se pueden asumir. Reflexiono sobre ellas y, si debo enmendar algo, no lo dudo. Porque no estamos aquí solo para hacerlo bien, también nos equivocamos. Y para seguir luchando. Eso sí, cuando hay una crítica desmedida que solo busca hacer daño, no suelo seguir leyendo.

¿Qué queda de aquel niño que se crió en las 3.000 viviendas de Sevilla y que se empeñó en bailar en vez de jugar al fútbol como sus amigos?

Creo que sigo teniendo su mirada y que ese niño se sentiría orgulloso de la carrera que he podido llevar, pero también de la familia que tengo, del compañero de vida que está a mi lado y que me quiere y me comprende. Me siento orgulloso de haber elegido este camino porque, para mí, la danza es mi vida.