Juan José Millás

La pluma inagotable

11/11/2019 · Por Use Lahoz
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El escritor Juan José Millás es uno de los participantes de la 11ª edición del Festival Eñe. © Lisbeth Sala

Ingenioso, brillante, sutil o kafkiano son algunos de los calificativos más comunes que suelen emplearse para describir el pulso y el universo narrativo de Juan José Millás, referencia ineludible de nuestro periodismo y figura determinante de la novelística española contemporánea. Con nuevo libro bajo el brazo, el escritor es además una de las voces protagonistas de la nueva edición del Festival Eñe.

Basta leer cualquiera de las columnas que publica desde hace más de treinta años todos los viernes en el diario El País para comprobar que su capacidad de fabulación está fuera de toda duda. Generaciones y generaciones de lectores han crecido leyendo sus artículos, reportajes y novelas. Cualquier hecho cotidiano que caiga en su mente es digno de ser narrado. Cualquier trámite trivial, en sus manos, se convierte en experiencia vital de primer orden o, dicho de otro modo, en una aventura. Tanto es así que tuvo que crear un género literario a la medida de su talento: el ‘articuento’, ese escenario en el que la imaginación suele verse superada por la realidad.

La vida, pues, es para Juan José Millás (Madrid, 1952) un material muy propicio para la ficción. Y precisamente de ello hablará el próximo 16 de noviembre en el Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes de Madrid, en el marco del Festival Eñe 2019, esa gran fiesta de la literatura, en cuyo cartel ocupa un lugar destacado. No es casualidad que su conversación (en la que estará acompañado por Manuel Vilas) gravite bajo el epígrafe “La Familia, bien, gracias”.

Millás, que comprendió que la escritura —como el bisturí que tenía su padre en el taller de aparatos de electromedicina— cicatrizaba las heridas en el instante de abrirlas, se ha atrevido también a escribir un diario con apariencia de novela: La vida a ratos (Alfaguara), en el que nuevamente ha desplegado su capacidad creativa a partir de la fusión entre lo anodino y lo extraordinario, y con un resultado absolutamente “Millás”.

El inicio de tu libro me ha recordado la siguiente frase de Jules Renard: "Uno empieza a ser mayor el día en que dice ‘Nunca me he sentido más joven". ¿Cómo te sientes hoy?

Me siento bien. Llegué ayer de México, agotado, y he dormido doce horas seguidas. Luego he salido a caminar por un parque que hay cerca de mi casa y el fresco de la mañana me ha estimulado mucho. He vuelto con la prensa del día debajo del brazo y la he leído mientras me tomaba un té verde. Estoy, en fin, como si me hubieran reseteado.

Hay algunos escritores que aseguran escribir para evitar ir al psicoanalista. ¿Es tu caso?

Entre los escritores existe, en general, una prevención hacia el psicoanálisis, en parte porque no se sabe muy bien en qué consiste. Muchos colegas me han dicho que temen dejarse en el diván las energías que deben dedicar a la escritura. Sucede al revés. El psicoanálisis no cierra. Abre. Multiplica tu capacidad asociativa, que es indispensable para escribir. “El escritor”, decía Sábato, “es aquel que es capaz de descubrir que la Luna, que no cae, y la piedra, que cae, son la misma cosa.

¿Te hiciste escritor porque no tuviste más remedio?

Me hice escritor porque previamente, y por casualidad, me había hecho lector. Entre el lector y el escritor no hay grandes diferencias de temperamento. Además, se llega a la lectura por las mismas razones por las que se llega a la escritura: porque algo entre el mundo y tú no funciona como debiera.

“Me hice escritor porque previamente, y por casualidad, me había hecho lector”

¿Qué piensas de los talleres de escritura creativa para formarse como escritor?

Si nos parece normal que el que quiere estudiar música vaya al conservatorio, y el que desea pintar vaya a una escuela de Bellas Artes, ¿por qué nos sigue pareciendo raro que el que quiera escribir acuda a un taller? A escribir se aprende y todo lo que se aprende se puede enseñar. Si en mi época de joven hubieran existido, me habría matriculado en uno de ellos, sin duda.

¿Has aprendido más de ti mismo leyendo o escribiendo?

Ha sido la combinación de una cosa y otra lo que me ha acercado a las zonas más inaccesibles de mí mismo y del mundo. Sin lectura no hay escritura. La lectura es el combustible de la lectura. No se puede ser escritor sin ser un lector enfermizo.

En tu nuevo libro aparecen una gran cantidad de enfermedades, quizás como síntoma de una sociedad algo hipocondriaca. ¿Crees en la capacidad terapéutica de la escritura?

No soy hipocondriaco, pero como a la gente le gusta, lo cultivo, para no decepcionar. ¿La escritura como terapia? No lo sé. Depende de lo que pretendas curarte.

Tu memoria está en unas condiciones inmejorables; recuerdas tu varicela de la infancia como si la hubieras sufrido ayer. ¿Es la memoria tu mejor arma a la hora de escribir?

La memoria, como la capacidad asociativa a la que nos referíamos antes, es fundamental para un escritor. Intentar escribir careciendo de ella es como pretender jugar al tenis careciendo de brazos.

“Sin lectura no hay escritura. La lectura es el combustible de la lectura. No se puede ser escritor sin ser un lector enfermizo”

Eres uno de los escritores y periodistas más prolíficos de nuestro país. ¿Cuánta importancia tienen en tu carrera la metodología y la constancia?

La disciplina, la rutina. Tales son mis armas. Hay que ponerse a escribir todos los días, en horario de oficina, aunque te duela la cabeza, estés acosado por problemas económicos o sentimentales y no hayas dormido bien. La novela, se ha dicho muchas veces, es el género de los torpes. Ello obliga a ir a la obra llueva o nieve y colocar un ladrillo sobre otro con constancia, con método. La práctica del periodismo también exige altísimos grados de rigor. No se puede ser un periodista dominguero.

En tus líneas dejas claro que eres lector de poetas como Idea Vilariño. ¿Es para tila poesía un genero "sagrado"?

A lo más que se puede aspirar en la vida es a ser poeta. A través de ellos hablan los dioses. La poesía es a la mística lo que la ascética a la novela.

Hablas de la realidad como un misterio. ¿Donde consideras que se encuentran las puertas para acceder a ella?

La realidad no es solo el trozo del pastel al que llamamos realidad. Los sueños son realidad, los delirios son realidad, las fantasías son realidad, los deseos son realidad. El mundo subatómico es real. Las ambiciones son reales. Llamamos realidad solo a la realidad extramental que puede verse y tocarse. El género fantástico, en fin, es realista del mismo modo que la pintura abstracta es figurativa. Cada uno debe encontrar su propia puerta para transitar entre la claridad y la luz, entre lo palpable y lo misterioso.

¿Qué te parece la diferencia de la que tanto se habla entre ficción y no ficción, teniendo en cuanta que cultivas ambas?

Las fronteras entre la ficción y la no ficción son más retóricas que reales. Lo único que diferencia a un cuento de un reportaje es que en el reportaje los materiales te vienen de fuera, pero el modo de seleccionarlos y articularlos es idéntico al modo en que seleccionas y articulas los materiales en un cuento.

“Cada uno debe encontrar su propia puerta para transitar entre la claridad y la luz, entre lo palpable y lo misterioso”

En tu nuevo libro vemos que consumes más series que películas. ¿Con cuál estás ahora?

Voy mucho al cine también. He comenzado a ver una serie que parece interesante: Mindhunter, sobre los primeros estudios psicológicos de los asesinos en serie.

¿Cómo ve el mundo hoy Juan José Millás?

¡Buf! ¡Menuda pregunta! Creo que, pese a la globalización, tenemos de él una percepción muy fragmentada. No veo el hilo conductor capaz de someter a unidad todas las noticias que salen en la tele o en los periódicos. Vivimos en un mundo de datos que permanecen sin articular. Confundimos los datos con la información, pero la información solo aparece cuando los datos se ponen al servicio del sentido.