Ana Merino

La pluma todoterreno

12/03/2020 · Por Iñigo Esteban
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La escritora Ana Merino ha ganado el Premio Nadal 2020 con su primera novela, ‘El mapa de los afectos’. © Cortesía de Editorial Destino

Lo suyo ha sido llegar y besar el santo. La escritora Ana Merino logra el Premio Nadal 2020 en su estreno como novelista con ‘El mapa de los afectos’, un retrato de la sociedad del Medio Oeste americano en el que se reflejan las principales problemáticas sociales de nuestros días y donde no faltan las referencias a España. 

Su espíritu nómada y aventurero le llevó hace 25 años a Estados Unidos. Una vez allí, mientras enlazaba trabajos, comenzó un periplo por Ohio, Pensilvania, Nuevo Hampshire y Iowa que ha alimentado su universo literario. Catedrática en Escritura creativa en español y Estudios Culturales, Ana Merino (Madrid, 1971) ha tocado todos los palos de la escritura, desde el género del cómic hasta la novela pasando por el ensayo, la poesía, la literatura juvenil y el columnismo. Este año Merino ha sorprendido a la crítica y al público con su primera novela, El mapa de los afectos, que sigue, entre otras muchas, la historia de Valeria, una joven maestra que mantiene una relación secreta con un hombre treinta años mayor que ella, y que le ha merecido el Premio Nadal de Novela 2020.

¿Cómo se escribe una novela en la que se entrelazan y conectan tantas tramas diferentes? 

Mi proceso creativo es un espacio abierto, igual que la vida: no sabes adónde te va llevar. En una novela como la mía, que sigue un guion complejo en ritmo y en estilo, el trabajo de revisión es constante hasta que la terminas, ya que no estás haciendo literatura de pulsión o una única trama. A la vez que cuidas las problemáticas de las tramas y la interacción entre personajes, estás pendiente del estilo, de que se lea muy bien, de que tenga un espacio de reflexión en la propia lectura… Buscaba que el lector, como sucede en los cómics, pudiera volver a algún capítulo concreto y se emocionara de nuevo porque está escrito con ritmo poético. 

También hay varias referencias a España. ¿Sigue siendo una fuente de inspiración a pesar de llevar lejos tantos años?

Por supuesto. España es un interlocutor fundamental en mi vida, donde están mis raíces, mi niñez, mi espacio de formación emocional… La manera en la que me comunico me viene de España. Esas referencias le dan originalidad a la novela, que está impregnada de la atmósfera estadounidense pero con una esencia española muy marcada. Se aprecia en las descripciones, en el narrador omnisciente, en cómo se aproxima este a los personajes… Se nota el filtro de toda la cultura hispánica. 

La palabra afecto tiene una connotación positiva, pero varios de los personajes de la novela se mueven por sentimientos como los celos, la ira, la venganza… ¿Por qué ese título? 

El afecto es fundamental porque cura las heridas de los personajes y es lo que sostiene y vertebra la novela, aunque luego veamos esas contradicciones y espacios oscuros en la sociedad que generan tanto dolor. También hay un canto a la paz muy marcado, presente, por ejemplo, en el sentido del honor que pasa de generación en generación en la vida de los soldados, que es muy doloroso. Pese a esos sentimientos negativos que mueven algunas de las historias, los afectos son la base y lo que aparece al reflexionar sobre los protagonistas. 

“La pulsión literaria me ha llevado a la novela, que me ofrece un mundo de voces y de reflexión sobre el ser humano”

¿Cuáles han sido las bases para esta novela?

El mapa de los afectos es una mirada muy personal a mi experiencia americana convertida en voz literaria. El amor a la literatura y el saber hacer de mi padre también han estado muy presentes. También mi compañero, que es escritor. Además, el hecho de estar rodeada de autores, voces y proyectos en una ciudad como Iowa, donde la literatura está en el ambiente, es muy interesante. 

El mapa de los afectos es una novela coral, donde la voz cantante la llevan varios personajes. ¿Quiénes son tus referentes?

Hay un poemario precioso que me gustó mucho de joven que se titula Antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters, en que el que los muertos hablan desde sus lápidas en un pueblecito y cada poema representa una vida. Más allá de este género, me gusta mucho el ruso Turguéniev por cómo sintetiza y busca la precisión en sus novelas breves. Me interesaba su forma de concretar y de presentar personajes a través de pinceladas. Me gusta buscar esa expresividad, esa síntesis y ese ritmo con la palabra precisa. 

Muchas de las historias de este libro abordan temas candentes como el machismo, la guerra o la preocupación ecológica. ¿Buscas lanzar algún mensaje?

El mensaje es la literatura en sí misma en diálogo constante con su tiempo, porque los temas candentes llevan siéndolo durante mis 48 años de vida. La literatura dialoga cuando es de pulsión realista y va con su época. Me ha salido de forma natural porque hablo de lo que he vivido en viajes y encuentros, sin inventarme nada.

“El mensaje es la literatura en sí misma en diálogo constante con su tiempo”

¿Qué te ha impulsado a dar ahora el salto a la novela? 

Creo que he alcanzado la madurez y en esta novela se nota. He interiorizado en ella toda mi experiencia estadounidense, expresando todas esas emociones y lo que he ido aprendiendo a lo largo de estos años. De pronto, la pulsión literaria me ha llevado a la novela, que me ofrece un mundo de voces y de reflexión sobre el ser humano. He hecho poesía, mucho ensayo, columnismo, literatura infantil y juvenil… Pero el lugar para expresar este momento era la novela. 

También has escrito teatro. ¿Qué te ha aportado este género? 

Sobre todo, trabajar en equipo. Aparte de escribir la obra, me he involucrado en dos montajes, he podido componer una acción limitada a un espacio temporal… El teatro tiene una parte muy interesante de expresividad y ofrece la posibilidad de trabajar con actores, algo que me gusta mucho. 

¿Sabías antes de iniciar este viaje que llegarías a vivir de la literatura? 

No, aunque la literatura y el amor a los libros han estado en mi casa toda la vida. Mi padre es escritor y lo natural en mi caso era ser una enamorada de los libros. Desde pequeña tenía muchísimos diarios y la literatura era parte de mi vida, pero no era consciente de la dimensión que luego me traería.

¿Qué te inspira a la hora de escribir? 

La curiosidad. De pronto observo al ser humano y lo que le rodea y tengo la necesidad de ordenarlo a través de palabras. Siempre escribo a mano, en cuadernos, y después lo paso y voy haciendo distintas versiones. También me inspira mucho trabajar con los amaneceres. Como el resto del día suelo tener trabajo en la facultad, me gusta levantarme temprano, desayunar un zumo de naranja, un café con leche, una tostada, sentarme en la mesa de la cocina y ponerme a escribir. Ese primer momento del día en el que tengo la mente limpia me encanta.